Serie - El Fruto del Espíritu / 2 - Amor

        




         ¡Ah! ¡L’amour! ¡El amor! La primera de las características del fruto del Espíritu. La base de nuestra vida cristiana, el pilar sobre el que se construye el carácter cristiano, en definitiva, el motor que debe movernos y empujarnos hacia delante.

         Fue por amor que Dios entregó lo más preciado, la vida de Su propio Hijo para que sufriera en su carne por nosotros e incluso muriera para darnos vida, para darnos la entrada al Padre que nos estaba negada hasta ese momento. Fue el amor de Dios lo que nos libró del castigo eterno; la muerte de Jesucristo en la Cruz fue nada más y nada menos que la demostración más sublime, intensa y profunda de amor:

         Juan 3:16 “porque de tal manera amó Dios al mundo que ha estregado a Su Hijo Unigénito para que todo aquel que en Él cree no se pierda, mas tenga vida eterna”

         De tal manera nos amó.... de tal manera nos amó que sacrificó lo que ninguna de nosotras estaría dispuesta a sacrificar. Como madre, ¿estaría dispuesta a que su propio hijo muriera para salvar a otra persona que ni siquiera lo merece? Estoy segura de que su respuesta es la misma que la mía ¡No! Sólo Dios puede hacer eso.

         Romanos 5:8 “Mas Dios muestra su amor para con nosotros en que siendo aun pecadores, Cristo murió por nosotros”.

         El amor es el principio de todo. Nosotros somos capaces de amar porque Dios nos amó de esa manera incondicional y sobrehumana, de esa forma que no podemos comprender. 1 Juan 4:19 dice: “Nosotros le amamos a él porque él nos amó primero” y es por eso que nosotras debemos devolver amor en la medida en que nos sea posible. 

          Amar es un mandamiento, es una decisión consciente, una demanda continua y exigente, no una emoción.  Expresa una estima desinteresada del objeto amado. Es algo inmerecido y sin pensamiento de que se devuelva algo a cambio. La Biblia nos manda amar a Dios:

         Deuteronomio 6:5 “Y amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón y de toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Lea también Lucas 10:27; Marcos 12:30; Mateo 22:37)

         Es decir, debemos amar a Dios con todo nuestro ser, con todo lo que somos y con todo lo que hacemos. Pero eso no es todo, no sólo tenemos que amar a Dios de esa forma tan profunda y poner en nuestro amor mente, alma y cuerpo, también es nuestro deber amar a Dios por sobre todas las demás cosas. Dios debe ser el primer objetivo de nuestro amor, sin poner nada ni a nadie por delante:

          Mateo 10:37 “El que ama a  padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que amí, no es digno de mí”

         Puede parecernos un poco duro, pero teniendo en cuenta lo que a Dios le costó nuestra salvación es lo mínimo que podemos hacer, ¿no cree?

         Aunque eso no es todo, devolver amor como respuesta a la forma en la que Dios nos amó no significa amar a Dios solamente, también es necesario que amemos a nuestros hermanos:

         Juan 13:34 “Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros”

         Y va aún más allá, el amor a los demás es la demostración palpable de que amamos a Dios. Es lo que nos convierte es discípulas de Jesús:

         Juan 13:35 “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”

         Es por medio del amor que demostramos que Cristo vive en nosotras. La Palabra de Dios nos dice claramente que ninguna obra que hagamos por buena que parezca sirve de nada si no tenemos amor:

         1 Corintios 13:1-3 “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve”

         El amor es la prueba de que deseamos obedecer a Dios y seguir las pisadas de Cristo (1 Pedro 2:21), aunque eso suponga ir en contra de toda lógica humana y amar, incluso, a nuestros enemigos:

         Mateo 5:44 “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y persiguen”

         Como personas, con nuestras propias fuerzas nos es imposible amar a nuestros enemigos, a las personas que hablan mal de nosotras, a las que nos aborrecen, nos ultrajan, nos persiguen... No podremos hacerlo nunca si no tenemos en nuestra vida el amor del Salvador, el amor de la persona que sufrió por nosotras, que murió por nosotras.

         Sin amor, no sé nada; sin amor, nada de lo que haga sirve; sin amor... no soy nada. ¿Está dispuesta a pagar el precio de vivir sin amar y sin ser amada de esa forma? ¿Cree que merece la pena vivir una vida vacía en la que sea... ¡nada!? Ame aunque le duela. Ame aunque no la amen. Ame aunque no obtenga nada a cambio. Ame a Dios, ame a su esposo, a sus hijos, a sus amigos, a sus hermanos, a sus enemigos, a los inconversos, a los desconocidos; ame a los que la quieren y ame a los que la aborrecen; ame bajo cualquier circunstancia a toda aquella persona que Dios ponga en su camino. Sólo cuando deje que el Espíritu Santo ponga en usted ese amor sublime e incondicional semejante al amor con el que Dios nos ama podrá seguir añadiendo las demás áreas del fruto del Espíritu a su carácter. Atrévase a amar, sin duda vale la pena.

Para estudiar y meditar -

1. ¿Qué dicen estos versículos sobre el amor?

·         Romanos 12:9 - 
·         1 Corintios 16:14 - 
·         Gálatas 5:13 -
·         Colosenses 3:14 -
·         1 Tesalonicenses 3:12 -
·         Hebreos 10:24-25 -
·         1 Pedro 1:22 -
·         1 Pedro 4:8 -
·         1 Juan 2:4-6 -

2. Lea atentamente 1 Juan 4:7-21. ¿Qué nos enseña el apóstol Juan sobre el amor en este pasaje? ¿Cómo lo puede aplicar a su vida?

3.    Haga una lista de las características del amor que aparecen en 1 Corintios 13:4-8. Medite en ellas y piense si el amor que muestra por Dios y por sus hermanos cumple esas características.

4. 1 Samuel 20 relata el amor fraternal entre David y Jonatán, dándonos un ejemplo de la forma en la que Dios nos pide que amemos a nuestros hermanos. ¿Es usted capaz de decirle a alguien “lo que deseare tu alma, haré por ti” (1 Samuel 20:4), tal y como hizo Jonatán? ¿Qué cosas le impiden hacerlo?

5. Memorice Juan 5:12 “Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros, como yo os he amado”

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