Serie - El Fruto del Espíritu / 6 - Benignidad





         Si les soy sincera nunca hasta ahora había sabido con exactitud lo que significaba la palabra benignidad ni cómo diferenciarla del concepto que vamos a estudiar en el próximo capítulo, la bondad. Así que hice lo que debía haber hecho hace mucho tiempo: la busqué en el diccionario. La definición que aparece es esta: “Cualidad de la persona comprensiva, indulgente y tolerante con las faltas de otro; afabilidad; inclinación a perdonar” Benignidad es un concepto que tiene que ver, por tanto, con el perdón, con la compresión, la misericordia, la piedad, la compasión… hermosas palabras para una hermosa parte del fruto del espíritu. Ser benigno es ser compasivo, ser misericordioso, ser piadoso, es ver las faltas de otro y ponerse en su lugar; es una de las cualidades que nos permiten perdonar las ofensas de los demás.

         La benignidad, la misericordia, son atributos de Dios. Dios es benigno, piadoso y misericordioso con su creación; Dios perdona nuestras faltas y nuestras ofensas, limpia nuestros pecados por su benignidad. Romanos 2:4 dice que “su benignidad te guía al arrepentimiento”, el saber que Dios es capaz de perdonar nuestras faltas a pesar de la magnitud de nuestros pecados, debe guiarnos a arrepentirnos y hacernos voltear nuestra mirada a Dios. David, después de cometer su pecado con Betsabé, escribió el Salmo 51. El sabía que Dios es benigno y misericordioso, pronto para perdonar, por eso clama por Su misericordia y le pide a Dios que le limpie de su pecado, que lo purifique y renueve su espíritu. ¡David tenía la certeza de que Dios iba a perdonarlo porque sabía que la benignidad es un atributo de Dios! Nosotras también debemos estar seguras de eso, de que la misericordia de Dios es para siempre (Esdras 3:11), de que Él tiene compasión de nosotras incluso aunque a veces nuestros pecados sean demasiado dolorosos para Dios (Isaías 54:8)

          La benignidad, la misericordia, la compasión son también características del carácter de Jesús que podemos observar durante su ministerio: tuvo misericordia con los leprosos (Marcos 1:40-42), sintió compasión por los perdidos (Mateo 9:36-38; Marcos 6:34), por los enfermos (Mateo 14:14), por la necesidad de las personas a su alrededor (Mateo 15:32) y hasta en la Cruz, fue capaz de perdonar a las personas que le estaban quitando la vida (Lucas 23:34). A Jesús comprendía las necesidades de las personas que se encontraban a su alrededor y podía ponerse en su lugar, comprendía sus faltas y tenía compasión de ellas, perdonaba sus ofensas y sus pecados.

         Hemos visto la benignidad y la misericordia de Dios, la compasión de Jesús… Teniendo esto en mente detengámonos un momento en este versículo:

“Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición” (1 Pedro 3:8-9).

¿Sabe qué nos está diciendo Pedro? En dos palabras: “Sed benevolentes”.
Continuamente  la Palabra de Dios nos exhorta a poner en práctica la benevolencia como parte de nuestro carácter cristiano: Efesios 4:32 nos dice que debemos ser benignos y misericordiosos y que tenemos que perdonar las ofensas de los demás siguiendo el ejemplo de Cristo. Colosenses 3:12-13 nos exhorta a perdonarnos y a “vestirnos” de misericordia y benignidad, entre otras cualidades. “Haced misericordia y piedad cada cual con su hermano” nos dice Zacarías (7:9-10), Proverbio 3:3 “nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad” va todavía más allá.

          Y por si no fuera suficiente con todo lo anterior, las mujeres recibimos una exhortación muy personal a la benignidad:

1 Pedro 3:3-4: “Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el de corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de gran estima delante de Dios”

1 Timoteo 2:9-10: “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinados ostentosos, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad

          No son nuestros vestidos de Donna Karan, ni nuestro perfume de Chanel o la cartera de Vuitton lo que nos hace bellas a los ojos de Dios; no son el maquillaje, las joyas o el corte de cabello a la última moda. Lo que nos hace hermosas para Dios es que pongamos en práctica la benignidad en nuestras vidas: que nos conmuevan las necesidades de los demás al punto de no quedarnos tranquilas hasta encontrar la forma de suplirlas, que seamos afables, amables con todas las personas, que nos muevan a misericordia las faltas y hasta las ofensas de las personas que nos rodean, que perdonemos y mostremos comprensión, que seamos capaces de ponernos en el lugar del otro.

          ¡Qué desafío! ¡Cuántas cosas difíciles nos es necesario hacer para desarrollar esta área del Fruto del Espíritu en nuestras vidas! Dios sabe que no nos está encomendando una tarea fácil, por eso nos dice que debemos trabajar y esforzarnos para convertirnos en mujeres piadosas, compasivas, misericordiosas, perdonadoras, que practican la benignidad (1 Timoteo 4:7-8; Tito 2:12) Pero… ¡Qué grande recompensa vamos a tener si nos esforzamos! Proverbios 21:21 nos promete “vida, justicia y honra”, Proverbios 22:9 nos promete bendición, es, simplemente, ganancia (1 Timoteo 6:6)

           ¡Esfuércese! ¡Acepte el reto! ¡Sea una mujer que practica la benignidad en su vida con todas las personas a su alrededor!


Para estudiar y meditar -

1.  Ya hemos hablado del Salmo 51, el Salmo en el que David confiesa a Dios su pecado con Betsabé y confía en la misericordia de Dios y su perdón. Lea 2 Samuel 11:1-4 para recordar el suceso entre David y Betsabé y después lea el Salmo 51. Anote la forma en la que David confiesa su pecado a Dios y lo que le pide que haga en su vida. Tenga siempre en mente el versículo 1: podemos confiar en el perdón de Dios porque Él tiene misericordia de nosotras y es piadoso. Después de leer el Salmo atentamente, piense en su vida ¿Hay algún pecado que aún no se ha atrevido a confesar? Este es el momento, Dios es benigno y perdonador, piadoso y misericordioso, confíe en Él…

2. Lea 2 Samuel 22:26-37 y Salmos 18:25-36, dos pasajes prácticamente iguales. ¿Qué dicen estos pasajes sobre el carácter de Dios? ¿Qué hace Dios en nuestro favor? Sabiendo que su benignidad “nos ha engrandecido”, ¿en qué forma podemos responder nosotras a la benignidad de Dios? ¿Qué cosas podemos hacer para responder a tantas cosas maravillosas que Dios hace por nosotros?

3. En Lucas 10:25-37 encontramos la parábola del buen samaritano y en Lucas 15:11-32, la parábola del hijo pródigo. Ambas son ejemplos hermosos de “benignidad aplicada” tanto de personas hacia su prójimo como da Dios hacia nosotras. ¿Qué lecciones puede sacar para su propia vida después de leer y analizar estas parábolas? ¿Qué actos específicos de benignidad, compasión y misericordia puede comenzar a hacer desde hoy?

“El buen Samaritano” Lucas 10:25-37

 “El hijo pródigo” Lucas 15:11-32


Desde hoy voy a….

4.  Memorice  - Mato 5:7

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