Por qué los jóvenes se van de nuestras iglesias






           


¿Te das cuenta de que hay un montón de jóvenes que cuando pasan de la adolescencia a la etapa adulta poco a poco desaparecen de nuestras iglesias?

Desgraciadamente, la gran mayoría de ellos no está sólo desapareciendo, están huyendo de la iglesia, del lugar que debería estar ministrándolos. Peor aún, nosotros mismos estamos hiriendo a aquellos que deberíamos cuidar y guiar. Quizás has visto esto en tu iglesia o tal vez lo has escuchado de alguien que lidera jóvenes y se pregunta una y otra vez “¿por qué no vienen? ¿Por qué no participan? ¡Se fueron!”

Las estadísticas dicen que más del 80% de los adolescentes dejan la iglesia después de graduarse de secundaria. Sólo un pequeño porcentaje de estos regresa antes de casarse o tener hijos. Y aún es menor el porcentaje de los que vuelven a congregarse después de haber formado una familia. El 80% ¿No te da escalofríos?

Pensando en mi iglesia, cuando llegué había bastantes adolescentes y jóvenes muy involucrados y trabajando codo a codo con los líderes. Incluso yo misma discipulé a alguna de las chicas... once años después, ninguno de ellos sigue en la iglesia.

¿Por qué sucede esto? 

Stephanie Shott en “Stop Running Them Off!”, lo explica con bastante claridad –




            Tomamos demasiado tiempo en decirles a los jóvenes que...

            ...no cantan los coros como lo hacíamos antes
            ...no llevan la ropa adecuada
            ...llevan demasiado maquillaje
            ...su cabello no está bien peinado
            ...sus zapatos están demasiado desgastados
            ...sus camisetas son muy brillantes
            ...siempre se olvidan de traer la Biblia

            O les hacemos ver nuestra incomodidad porque...

            ...tienen tatuajes o piercings
            ...envían mensajes con su celular durante el servicio
            ...escuchan música con demasiado volumen
            ...llegan tarde a la escuela dominical
            ...escriben tonterías en Facebook
           
            ...y más y más y más.

            Continuamente les decimos que los cristianos no deben vestirse así, ni hablar así ni comportarse así, ni ser así. Dedicamos mucho tiempo a regañar, juzgar, confrontar y hacer ver a nuestros jóvenes cuánto deben cambiar. En definitiva, nos esforzamos mucho por hacerles ver que no pertenecen al entorno de la iglesia. Y después nos extrañamos cuando salen de la iglesia dando un portazo y se van al mundo, que es el lugar al que, según les hemos dejado claro, pertenecen.

            Muchos líderes creen que lo que hemos dicho hasta ahora son las verdaderas razones por las que nuestros jóvenes abandonan la congregación y no acaban de ver cuáles son las verdaderas razones que los alejan:

            ...observan comportamientos impropios de cristianos “maduros”
            ...son alimentados con un evangelio “light”
            ...la visión del mundo que escuchan en las universidades les parece más creíble
            ...buscan su propia identidad pero sus líderes no están capacitados para orientarlos
            ...el ministerio de jóvenes está dedicado a entretenerlos y no a hacer discípulos.
            ...el ministerio de jóvenes es aburrido
            ...están rodeados de fariseísmos y legalismos que sólo a ellos se exige cumplir
            ...nadie se ocupó de averiguar si en realidad son salvos
            ...no hay un programa adecuado para ellos una vez que salen de la adolescencia.

            Es hora de que la iglesia se ponga bajo el microscopio y examine de corazón las razones por las que está perdiendo a la siguiente generación.
            Hay varias cosas en las no caemos en cuenta algunas veces:

            1. El enemigo es real y está tratando desesperadamente de devorar a nuestros hijos.
            2. La forma de vida secular está cada vez más arraigada en nuestras iglesias.
            3. Son jóvenes y necesitan encontrar su identidad dentro de la congregación tal y como sus padres hicieron en el pasado.

            Según los estudios y encuestas, la razón número 1 por la que los jóvenes están abandonando nuestras iglesia no es ninguna de las anteriores ¿Imaginas cuál es?

            La hipocresía.

            El doble rasero, las leyes impuestas por razones humanas y no por la Palabra de Dios.

            Cuando les herimos con nuestras palabras y actitudes no creen que el amor de Cristo es real.

            Cuando les tratamos como “cosas que debemos de cambiar” en lugar de como obras de Dios, les damos una distorsión del Evangelio y comienzan a preguntarse dónde están el amor, la misericordia, el perdón y la gracia de la que tanto hablamos.

            Cuando los juzgamos y los confrontamos sin amor y sin querer realmente escucharlos, huyen. Jesús es el Juez. Nosotros sólo somos corazones, manos y pies que deberían estar guiando a nuestros jóvenes a Cristo.

            ¿Es genuino el modo en el que vivimos nuestra vida cristiana? ¿Realmente aplicamos primero en nosotros mismos lo que la Palabra muestra y demandamos de ellos? ¿Estamos conscientes de la viga en nuestro propio ojo antes de intentar sacar la paja del de ellos? Los jóvenes necesitan ver nuestro ejemplo, necesitan ver que realmente se puede vivir de forma diferente a la vida que el mundo les ofrece.

            Jesús nos dice que debemos amar a los que son difíciles de amar ¡incluso a nuestros enemigos! (Lucas 6:27-36). Somos llamados a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22:39), sabemos que a través de nuestro amor por los demás se conoce que somos discípulos de Cristo (Juan 13-34-35)... Pero generalmente lo que menos mostramos a nuestros jóvenes es AMOR.

            Todas nuestras palabras y acciones, especialmente si queremos hacer un impacto en la siguiente generación, deben pasar por el filtro de 1 Corintios 13:1-8a

Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.
Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.
Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.”
El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece;
no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor;
no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad.
Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor nunca deja de ser


            Este es el momento de cambiar. Esta es la ocasión de que la iglesia analice qué puede estar haciendo mal, qué áreas debe mejorar, qué estrategias no están funcionando, cuáles son los problemas específicos de sus muchachos. No podemos avanzar si seguimos cometiendo los mismos errores.

Contenta en Su servicio,

Edurne

            *****Este artículo contiene extractos de “Stop Running Them Off!” por Stephanie Shott de http://www.stephanieshott.com/

           


Comentarios

  1. ¡Gracias por compartir mi artículo en su website! Oro que el Señor lo utilizará para refuercer los corazones de los que lo leen para tener cuidado de amor otros a Jesús y no correr ellos lejos de la iglesia por la manera ellos los tratan.

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    1. Wow Stephanie! Gracias a ti por pasarte por el blog... Te admiro muchísimo y me encanta tu blog y tu forma de escribir. Gracias por tu servicio al Señor. Nunca imaginé que hablaras español =)
      Saludos y bendiciones!!

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  2. Buen dia Stephanie y Edurne. Éste material escrito es oro para mí. Yo he visto ésta realidad acá en Panamá de donde soy. En mi iglesia se vive todo lo que acaba de escribir, incluso yo misma he tenido ganas de irme, pero me han enseñado que cuando me valla a ir sera en paz con todos y con el corazón tranquilo, además de que hay muchos a quien cuidar y pastorear si me quedo. Espero Dios me de fuerzas y no caiga yo en el error de tratar así a los jóvenes. Muchas gracias por ésto. Bendiciones

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  3. Buen dia Stephanie y Edurne. Éste material escrito es oro para mí. Yo he visto ésta realidad acá en Panamá de donde soy. En mi iglesia se vive todo lo que acaba de escribir, incluso yo misma he tenido ganas de irme, pero me han enseñado que cuando me valla a ir sera en paz con todos y con el corazón tranquilo, además de que hay muchos a quien cuidar y pastorear si me quedo. Espero Dios me de fuerzas y no caiga yo en el error de tratar así a los jóvenes. Muchas gracias por ésto. Bendiciones

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