Una iglesia sin Dios
Con gran estupor veía esta semana una noticia sobre
las “asambleas del domingo”, que son grupos (¡enormes!) de personas que se
reúnen todos los domingos para disfrutar de la experiencia religiosa que da la
iglesia... pero sin Dios. Cantan canciones, tienen un “sermón”, recogen
ofrenda, disfrutan de comunión entre los miembros, tal y como si estuvieran en
una iglesia normal y corriente, pero dejando a Dios de lado. Ellos mismos
definen su movimiento como “una
congregación sin dioses que se reúne para escuchar buenas charlas, cantar y
celebrar la maravilla de la vida. Es un servicio para cualquiera que quiere
vivir mejor, ayudar a menudo y preguntar más.”
Si alguien tiene alguna duda de que el Señor está
cerca, por favor, vuelva a leer el párrafo anterior.
Lo que estas personas desconocen es que la
experiencia de asistir a una iglesia sin que Dios esté en la ecuación, es algo
vacío que, a la larga, no va a llenar su necesidad individual y colectiva. Esto
me hizo plantearme por qué los creyentes vamos a la iglesia:
Es una expresión de nuestro amor por Dios – Salmo 134:2
Es un acto de obediencia a Dios – Hebreos 10:24-25
Nos fortalece espiritualmente – Romanos 10:17
Nos acerca a otros creyentes – 1 Juan 1:7
Honra el día del Señor – Hechos 20:7
En resumen, es algo que agrada a Dios, un mandato de
Jesucristo y algo necesario e imprescindible para el bienestar espiritual del
creyente.
Pero me hizo plantearme también que, en muchas
ocasiones, los creyentes vivimos así... Mantenemos la fachada religiosa, pero
no tenemos esa relación íntima y personal con Dios. ¿No te
ha pasado? A mí sí. Ha habido periodos más
o menos largos en mi vida en los que mi corazón ha estado completamente alejado
de Dios. Seguía yendo a la iglesia, seguía participando en ministerio, seguía
enseñándole la Biblia a mis hijos, enseñando a otras personas, discipulando...
pero mi relación con Dios estaba fría y, como estas personas que se reúnen en
las “asambleas del domingo”, tan sólo vivía la experiencia religiosa, dejando a
Dios fuera de la ecuación. No tomaba tiempo para orar ni abría mi Biblia, ni
disfrutaba de la presencia del Señor.
¿Qué podemos hacer en esos momentos en los que
parece que no tenemos tiempo para Dios?
1. Tomar la decisión de que necesitamos una relación
íntima y personal con Dios.
2. No esperar a “tener ganas” o “sentir” que queremos
orar, leer la Biblia o ir a la iglesia sino, simplemente, hacerlo.
3. Esforzarnos en desarrollar el hábito de tener un
tiempo devocional.
4. Compartir nuestra lucha con otras personas, con
nuestro esposo, con alguna amiga que esté firme en el Señor, con nuestro grupo
de oración...
5. Ser consistentes en confesar nuestros pecados a
Dios para sacar cualquier barrera de en medio.
6. Entender que nuestra relación con Dios pasa por
nuestra obediencia (Juan 14:23).
Querida amiga, hay muchas cosas que quieren
separarnos de Dios. No dejes que eso suceda. Requiere esfuerzo e intención por
tu parte, sí, pero no hay nada peor que vivir una vida “religiosa” y tener un
corazón alejado de Dios. No sirve de nada. ¿Estás luchando hoy por acercar tu
corazón de nuevo al Señor? ¿Cómo puedo orar por ti?
Contenta en Su
servicio,
Edurne
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