Ser diferentes



 

Ayer tuvimos en mi clase de escuela dominical a un invitado muy especial: Gerardo, un muchacho de nuestra iglesia que está sirviendo al Señor como misionero en una comunidad indígena más arriba de Puerto Inírida (Colombia). Lo invité a la clase porque, desde el año pasado, estamos orando con los niños por misiones y misioneros, hacemos cartas y tarjetas de ánimo y recogemos una pequeña ofrenda tanto para él y su familia como para el otro misionero que hemos adoptado con la clase (tengo los niños de 5 a 8 años).
 
Aprovecho y les muestro a mis niños ;)   
 
 
 

De entra las muchas cosas que Gerardo compartió ayer con los niños, hay una que no se me ha quitado de la cabeza: les desafió a ser diferentes. Les animó a marcar la diferencia con sus vidas, con su comportamiento, ya fuera que estuvieran en casa, en la calle, en la escuela o en cualquier otro lugar.

 

Pensando en eso me vino un versículo a la cabeza:

 

Hebreos 11:13

 

Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido,  sino mirándolo de lejos,  y creyéndolo,  y saludándolo,  y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.

 

Este mundo no es nuestro hogar. Dios tiene un hogar mejor y permanente para nosotras en el cielo. Somos extranjeras y peregrinas en esta tierra y esa condición es la que debe alentarnos a vivir de forma diferente.

 

Yo vivo como extranjera en Venezuela. Después de todos estos años aquí hay muchas cosas que he asimilado y otras a las que me he acostumbrado, pero sigo siendo extranjera y se nota. Mi forma de hablar es diferente, mi forma de pensar es diferente, hasta mi apariencia es distinta. Todavía se nota que no soy de aquí, la gente lo puede ver.

 

Ahora, ¿pueden ver del mismo modo que soy extranjera del mundo? ¿Que mi ciudadanía no está aquí sino en el cielo? No estoy tan segura.

 

 

Filipenses 3:20

 

Mas nuestra ciudadanía está en los cielos,  de donde también esperamos al Salvador,  al Señor Jesucristo.

 

Los creyentes en Cristo debemos estar tan marcados por nuestra ciudadanía celestial que se tiene que notar que somos diferentes a lo que nos rodea. Es normal que una persona ame a su país, ¿no lo es también que tengamos ferviente amor por nuestra patria celestial? Saber que nuestro paso por la tierra es finito y que nuestra estadía en el cielo es eterna, ¿no debería cambiar nuestra perspectiva sobre lo que es importante y lo que no? ¿Sobre en qué deberíamos gastar nuestro tiempo mientras estemos por aquí?

 

Tenemos un llamado a ser diferentes, a que cuando las personas que están a nuestro alrededor nos vean y nos escuchen se pregunten por qué somos distintas, qué nos diferencia del resto.

 

Tenemos un llamado a apuntar a Cristo en nuestra vida. A que otras personas puedan ver al Salvador a través de nuestro diario vivir, a través de nuestro testimonio. ¿Qué ven otros en ti? ¿Ven a Cristo? ¿Ven a una extranjera y peregrina del mundo? ¿Ven a una mujer que vive de forma distinta a los demás?

 

Sé diferente. Vive para Cristo. Vive por Cristo. Sé testimonio de Su amor por la humanidad y de Su deseo de que todos lleguen al arrepentimiento. Ocúpate en las cosas de arriba, no en las de la tierra (Colosenses 3.1-3), arma tu agenda pensando en lo que Dios quiere para ti.

 

Contenta en Su servicio,

 

Edurne

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