La búsqueda de la unidad








          Durante la semana pasada estaba leyendo Filipenses y el capítulo 2 me hace estallar la cabeza y el corazón. Iba a escribir sobre eso, pero ¡hay tanto que decir! Así que decidí dividir el capítulo en tres para poder sacar todo el jugo de lo que dice, de forma que durante toda esta semana estaremos en Filipenses 2.

          Vamos a comenzar leyendo todos los versículos, te recomiendo que lo hagas varias veces:


Filipenses 2:2-16

Completad mi gozo,  sintiendo lo mismo,  teniendo el mismo amor,  unánimes,  sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria;  antes bien con humildad,  estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio,  sino cada cual también por lo de los otros. Haya,  pues,  en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual,  siendo en forma de Dios,  no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo,  tomando forma de siervo,  hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre,  se humilló a sí mismo,  haciéndose obediente hasta la muerte,  y muerte de cruz.

Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo,  y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos,  y en la tierra,  y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor,  para gloria de Dios Padre.

Por tanto,  amados míos,  como siempre habéis obedecido,  no como en mi presencia solamente,  sino mucho más ahora en mi ausencia,  ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer,  por su buena voluntad. Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos,  hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa,  en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; asidos de la palabra de vida,  para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano,  ni en vano he trabajado.


          Hoy vamos a centrarnos en los versículos 2-8 –

Completad mi gozo,  sintiendo lo mismo,  teniendo el mismo amor,  unánimes,  sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria;  antes bien con humildad,  estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio,  sino cada cual también por lo de los otros. Haya,  pues,  en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual,  siendo en forma de Dios,  no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo,  tomando forma de siervo,  hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre,  se humilló a sí mismo,  haciéndose obediente hasta la muerte,  y muerte de cruz.

          Pablo quiere que la iglesia de Filipos fuera una iglesia unida, con un mismo sentir, con un mismo amor, con un mismo sentimiento, con unanimidad. Y podemos extrapolar esa petición a los filipenses al cuerpo de creyentes en Cristo dentro del cual nos encontramos nosotras.
         
          Para mantener la unidad del cuerpo de Cristo, Pablo pide a los filipenses que no hagan nada…

          …por contienda – con ánimo de pelear, buscando enfrentar, haciendo bandos, hablando u obrando para crear oponentes.

          …por vanagloria – buscando importancia para uno mismo, con ánimo de tomar protagonismo en detrimento de los demás.


          Sino que lo hagan con humildad

          …estimando a los demás como superiores a uno mismo, mirando por lo de los otros más que por lo nuestro.

          Poniendo a los demás por delante de nosotras, poniendo las necesidades de otros por encima de las nuestras. El apóstol sabía que para crear concordia necesitamos, en muchas ocasiones, olvidarnos de nostras mismas, de nuestras ambiciones, de nuestro deseo de satisfacción momentánea y primar los de los demás.

          Y esto lo conseguimos precisamente al estimar a los demás por encima de nosotros mismos. Cuando nos preocupamos por otros, oramos por ellos, por sus necesidades, sus preocupaciones… comenzamos a tener una preocupación genuina por lo que les sucede a otros. Y esto lleva a la unidad del pueblo de Dios que es, al final, lo que Pablo pretende que hagamos.

          ¿Te imaginas cómo sería eso? ¿Que tú te preocuparas por mí y yo me preocupara por ti? ¿Que yo me preocupara por tus necesidades y tú por las mías? Pero que lo hiciéramos de verdad, comprometidas la una por la otra ¿No afectaría eso de forma positiva a nuestros matrimonios, nuestras familias, nuestras iglesias, nuestras comunidades… al cuerpo de Cristo? ¡Ah piénsalo por un momento! ¿No viviríamos en un mundo completamente diferente?

          ¿Y cómo podemos hacer eso? Buscar el beneficio de otros por encima del nuestro es absolutamente contra natura, pero podemos hacerlo si imitamos el comportamiento de Cristo Jesús, nuestro gran ejemplo a seguir.

          Cada vez que leo estos versículos la piel se me eriza, no lo puedo evitar. Date cuenta de que Jesús, siendo Dios se despojó voluntariamente de Su divinidad, no estimó el ser igual a Dios para ser superior a otros, tomó forma de siervo, fue hecho semejante a los hombres, se humilló a sí mismo al obedecer hasta la muerte y muerte de cruz.  Puso en práctica Su humildad por medio de Su obediencia: puso tus derechos sobre los Suyos, puso tu bienestar sobre el Suyo, puso tu vida por encima de la Suya y padeció hasta la muerte.

          Dios quiere que nos maravillemos con esos versículos, pero también que lo veamos como algo que debemos vivir e imitar.

          Jesús se humilló a Sí mismo…

…tomando forma de hombre
…naciendo en un lugar oscuro y oprimido, en la pobreza más absoluta
…sometiéndose a la autoridad divina y terrenal
…aprendiendo un oficio manual
…esperando hasta que llegara el momento de revelar quién era y comenzara Su ministerio público.
…a la hora de escoger a los discípulos.
…a la hora de dirigirse a las personas
…a la hora de luchar contra la tentación
…en Su debilidad, hambre, sed y cansancio
…en Su total obediencia al Padre Celestial
…en Su total sumisión al Espíritu Santo de Dios
…en Su obediencia al obedecer hasta la muerte
…en la agonía de la cruz
…en la humillación pública de Su muerte
…en la agonía espiritual de Su sacrificio por la humanidad.

          ¿En qué cosas puedes mostrar hoy tu humildad? ¿Qué puedes hacer para imitar a Cristo y buscar la unidad entre el cuerpo de Cristo? Piensa en estoy hoy y reflexiona en tu corazón.

          El miércoles: Filipenses 2:9-11 “La exaltación del siervo”

          Contenta en Su servicio,

          Edurne



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