Enseñemos a nuestros hijos a orar
Confesión: me
cuesta ponerme a orar.
Es lo que más
me cuesta de todo. No tengo problemas para leer la Biblia, para estudiarla,
enseñarla, memorizarla, ir a la iglesia, trabajar en ministerio, evangelizar…
no me cuesta, lo suelo hacer casi sin darme cuenta.
Pero, ¿orar? Ah, ese es otro cantar. Lo hago, porque es básico, porque es necesario,
porque es la única manera de hacer las cosas a la manera de Dios…pero me cuesta.
Y no quisiera
que eso fuera algo que a mis hijos les cueste también. Una de las cosas por las
que oro todos los días es para que cada uno de mis tres hijos pueda tener una
relación vibrante, cercana con Dios. Y eso sólo es posible por medio de la
oración. Por eso intento que ellos me vean orar, orar con ellos y hablarles
sobre la importancia de la oración todos los días.
Estas charlas
con mis hijos a veces traen a colación preguntas…¡¡algunas totalmente inesperadas!!
Cuyas respuestas, de manera general, te comparto hoy. Quizás te ayuden a la
hora de enseñar a tus hijos a orar o, si tus hijos son más mayores, a entablar
una conversación con ellos sobre la oración.
No hay un lugar, un tiempo, ni una
postura “correctas” para orar. Todos los momentos son buenos, todos los lugares
son buenos, todas las posturas son buenas. Es tan “correcto” orar en el autobús
como antes de acostarse; tan lícito orar de rodillas, como sentado, acostado o
de pie; tan necesario orar por la mañana, como por la tarde y la noche.
No hay nada por lo que no podamos
orar. Puedes orar
ante cualquier situación: si estás nervioso por un examen, preocupado por algo
que vaya a suceder; si has tenido una pesadilla, si hay algo que necesites…
Dios quiere que compartas con Él lo que hay en tu corazón, sea lo que sea.
Orar no es sólo pedir. Dios quiere escuchar tus peticiones por tus
necesidades y por las necesidades de otros, pero no podemos olvidarnos de darle
gracias por todo lo que ha hecho por nosotros y de adorarle, de cantarle
alabanzas y gozarnos en quién es Él.
Orar no es algo complicado. No hacen falta palabras grandilocuentes ni profundas.
Orar es hablar con Dios. Habla con Él como hablas con un amigo. Dios sabe lo
que quieres decir aunque no encuentres las palabras adecuadas para hacerlo.
Un creyente que no ora va por la vida como un coche
sin gasolina… llega un momento en el que deja de avanzar y se estanca. Ayudemos
a nuestros hijos a ser constantes en la oración. No tengas reparo ni vergüenza
de orar con ellos, de compartir peticiones de oración, de contestar sus
preguntas. Cada minuto que pases en esto, estarás invirtiendo en tu legado
espiritual para tus hijos.
Contenta en Su servicio,
Edurne
Dios te bendiga Edu, que hermosa enseñanza, gracias por compartirla, un abrazo.
ResponderEliminarCariños Lucy!! :) Gracias!
EliminarGracias, si es muy dificultoso enseñar nuestros hijos a orar; cuando a nosotros tambn nos cuesta. Pero es nuestro deber si queremos ver la Misericordía d Dios en nuestras vidas y las vidas d nuestros hijos. Nuestro Señor Jesús nos dió lección d esto, y debemos seguir sus enseñanzas pq a eso vinó Él a este mundo a mostrarnos como Jehová desea q seamos..
ResponderEliminarDios te Bendiga mucho más y nuevamente Gracias. Muy buenas tus escritos....
Amén Janny. Gracias por tu comentario. Bendiciones :)
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