Safira – Mujeres del Nuevo Testamento
Hechos
5:7-10
Pasado un lapso como de
tres horas, sucedió que entró su mujer, no sabiendo lo que había acontecido. Entonces
Pedro le dijo: Dime, ¿vendisteis en tanto la heredad? Y ella dijo: Sí, en
tanto. Y Pedro le dijo: ¿Por qué convinisteis en tentar al Espíritu del Señor?
He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán
a ti. Al instante ella cayó a los pies de él, y expiró; y cuando entraron los
jóvenes, la hallaron muerta; y la sacaron, y la sepultaron junto a su marido.
Ananías y su esposa Safira eran miembros de
la primera congregación de cristianos de Jerusalén.
En el siglo primero, los cristianos
compartían con gusto sus recursos, animados por creyentes como Bernabé, quien
vendió una heredad que tenía y la ganancia a los pies de los apóstoles (Hechos 4:37)
como expresión pública de su devoción por Dios.
Safira y su esposo habían visto cómo la
comunidad cristiana respetaba a Bernabé después de su gesto y ellos querían la
misma consideración, pero sin el sacrificio que eso representaba. Así que
decidieron también vender una heredad y compartir la ganancia con los apóstoles…
pero Ananías decidió guardarse parte del dinero con el conocimiento de Safira.
Ellos no tenían obligación de vender su propiedad
ni de dar el dinero a los apóstoles. El problema (y el pecado) fue el engaño,
la hipocresía, la mentira, el hecho de ignorar al Espíritu Santo. Ellos dieron
una parte de la ganancia, pero le dijeron a todo el mundo que ese era todo el
dinero y, probablemente, se encargaron de mostrarles a todos cuán grande estaba
siendo su sacrificio por amor al Señor a los santos.
Jesús había advertido a Sus seguidores sobre
el pecado de blasfemar contra el Espíritu Santo (Mateo 12:31).
Cuando Safira tuvo la oportunidad de confesar
su pecado y decir la verdad, decidió seguir con la mentira y apoyar la versión
de Ananías, con el mismo resultado.
No sabemos si
el matrimonio de Safira era bueno, pero sí sabemos que, en lugar de ponerse de
acuerdo para hacer algo por el Señor, conspiraron para hacer algo en contra de
Dios, lo que dice mucho del estado espiritual de ambos.
Los matrimonios
cristianos tienen la responsabilidad de ayudarse el uno al otro a permanecer
firmes en el Señor y a rehusarse a participar en el pecado del otro. La
sumisión que una esposa debe a su esposo no tiene nada que ver con esto. No
podemos someternos a aquello que va contra Dios.
Dios ama al dador alegre (2 Corintios 9:6-7)
y espera que nosotras contribuyamos con nuestros diezmos y ofrendas a Su obra,
pero no va a poner una pistola en la cabeza de nadie para obligarnos. Nosotras
debemos aprender a manejar nuestras finanzas y tener la disciplina de dar de
nuestros recursos al Señor.
El pecado de
este matrimonio fue abundante y variado: pecaron al mentir, pecaron al amar el
dinero más que a Dios y pecaron de orgullo, al querer que todos los
consideraran tan espirituales que habían dado todo lo que tenían por amor al
Señor.
Lo que más me
molesta de Ananías y Safira es que su pecado era absolutamente innecesario.
Ellos eran libres para usar su dinero en lo que quisieran. El problema, aquí,
una vez más, fue que Satanás llenó su corazón… y que ellos no se resistieron a
ello.
Aprendamos hoy
de esta mujer a no dejarnos usarnos por Satanás, a no mentir ni engañar, a no dejar
que el orgullo y el amor al dinero llenen nuestro corazón nublando nuestro buen
juicio y haciendo tambalear nuestros principios. Aprendamos también a ser esposas
piadosas y temerosas de Dios, esposas que no participan en el pecado dentro del
matrimonio, sino que ayudan a su esposo a mantenerse en el camino correcto.
Contenta en Su servicio,
Edurne
preciosa ensenanza, he conocido matrimonos cristianos que los dos no han caminado en la misma pagina. Que el SENOR nos ayude a ser obedientes siempre al SENOR. gracias Edurne !!QUE EL SENOR TE SIGA USANDO PARA NUESTRO CRECIMIENTO EN EL SENOR !
ResponderEliminarAmén! De nuevo gracias por tu comentario, es de mucho ánimo :)
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