Hacedoras de la Palabra - Santiago (3)
Antes de comenzar…
-
Puedes
descargar estas hojas con los versículos de hoy, las preguntas de reflexión
y espacio para tus notas.
-
Ora para
que el Espíritu Santo hable verdad y sabiduría a tu corazón a través de los versículos
que vamos a estar estudiando
-
Lee
Santiago 1:19-27 varias veces. Anota aquellas palabras, ideas o versículos que
más llamen tu atención y escoge al menos un versículo para memorizar durante la
semana.
__________________________________
Por esto,
mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo
para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Por lo
cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con
mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.
Pero sed
hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros
mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste
es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y
luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la
libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la
obra, éste será bienaventurado en lo que hace.
Si alguno
se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su
corazón, la religión del tal es vana. La religión pura y sin mácula delante de
Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones,
y guardarse sin mancha del mundo.
La
semana pasada hablábamos sobre la prueba y la tentación. En los pasajes de hoy
Santiago recoge esa idea aconsejándonos algo que debemos tener en cuenta cuando
nos enfrentamos a situaciones difíciles:
“todo
hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse”
Es
decir, cuando estemos pasando por pruebas, en lugar de “ventilarnos” y hablar,
enfadarnos con Dios y con el mundo alrededor, seamos prontas para oír, tardas
para hablar y tardas para airarnos. Escuchemos a Dios y lo que nos dice a
través de Su Palabra. Escuchemos a personas piadosas que nos dan consejo y nos
dicen incluso aquellas cosas que no nos gustan, y recibámoslo con mansedumbre.
Guardemos silencio, no empeoremos las cosas hablando de más y enfadándonos por
la situación que vivimos.
En
esta parte del capítulo 1, Santiago hace referencia a uno de los grandes
problemas de los cristianos: el auto engaño. La idea errónea que a veces el
creyente tiene de que tiene una relación viva con Dios por ser religioso o por
tener conocimiento bíblico.
Nada
más lejos de la realidad. Ni la religión ni el conocimiento dan muestra de una
fe cristiana viva y al servicio del Señor. Por eso el desafío de Santiago:
“sed
hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores”
Según
Warren Wiersbe, los creyentes tenemos tres responsabilidades hacia la Palabra
de Dios que, si cumplimos, nos llevarán en el camino de la madurez espiritual:
1.
Recibir la Palabra (1:19-21)
La Palabra de Dios no puede
obrar en nuestras vidas y dar fruto a no ser que la recibamos de manera
correcta. Jesús no solo dice “Mirad lo que oís” (Marcos 4:24), sino también, “Mirad
cómo
oís” (Lucas 8:18). Demasiados creyentes están en la condición trágica en la que
“viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden” (Mateo 13:13). Asisten a clases
de Biblia y a todos los servicios los domingos, pero parece que nunca crecen. ¿Es
culpa del maestro, del predicador, o del que escucha?
Muchos nos hacemos “tardos
para oír” (Hebreos 5:11) por la decadencia de nuestra vida espiritual. Si la
semilla de la Palabra va a ser plantada en nuestro corazón, entonces debemos
escuchar y escuchar bien.
2. Practicar la Palabra
(1:22-25)
Mucha gente tiene la idea
equivocada de que escuchar un buen sermón o el estudio de la Biblia es lo que
nos hace crecer como creyentes. Lo que trae bendición a nuestras vidas,
crecimiento y madurez no es escuchar, sino obedecer y hacer lo que la Palabra
dice.
Si crees que eres espiritual
porque escuchas la Palabra, te estás engañando a ti misma. La Palabra es
comparada con un espejo que nos permite examinarnos. A medida que vemos en el
espejo de la Palabra de Dios, nos vemos a nosotras mismas tal y como somos.
Santiago llama la atención
sobre algunos errores que cometemos al mirarnos en ese espejo:
-
Mirarse “de refilón”, echando un vistazo rápido.
Es decir, leyendo la Biblia por encima, por costumbre, sin prestar ninguna
atención a lo que leemos, sin pensar en ello ni, mucho menos, aplicarlo.
-
Olvidar lo que ven, no mirar a la profundidad
del corazón y olvidarnos del pecado y de la maldad que hay en nosotras mismas.
-
Fallar a la hora de obedecer lo que la Palabra
nos dice que hagamos. Escuchar no es hacer. Hablar no es hacer. ¿Cuántas veces
decimos las cosas que vamos a hacer para quedarnos solamente en los planes?
¿Cuánta teoría sabemos sobre evangelismo o sobre crecimiento espiritual y
cuánto salimos a evangelizar o cuánto hacemos realmente por crecer
espiritualmente?
Estos errores nos impiden ver
con exactitud nuestra condición y arreglarla, cortando así toda posibilidad
para nuestro crecimiento espiritual. Los planes y las palabras nunca deber
sustituir al principio.
Caminar hacia la madurez
espiritual requiere un examen profundo de nuestro corazón a la luz de la
Palabra de Dios. Requiere tiempo, atención y devoción sincera y eso no se
consigue con cinco minutos de lectura rápida de la Biblia.
3. Compartir la Palabra
(1:26-27)
“Religión” significa “práctica
externa de servicio a un dios”. La religión pura no tiene que ver con
ceremonias, templos o días especiales, sino que tiene la idea de practicar la
Palabra de Dios y compartirla con otros a través de la palabra, del servicio y
de la separación del mundo (santidad).
Después de mirarnos en el
espejo de la Palabra de Dios y ver la necesidad de nuestro corazón, debemos ver
la necesidad del corazón de los demás y suplir esa necesidad con la Palabra.
Ahí está la madurez espiritual. No solamente en aplicar lo que leemos a nuestra
vida, sino en ayudar a otros a hacer lo mismo.
Es esencial en esta parte
nuestro servicio. “Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones”
eran las obras más necesarias en la
época de Santiago. Nosotras no tenemos más que mirar a nuestro alrededor para
ver cómo podemos servir y ayudar a otros. Siempre hay mucho por hacer.
Leer la Palabra y no aplicarla
ni compartirla no nos ayuda a crecer espiritualmente ni a madurar. Seamos por
tanto, hacedoras de la Palabra y busquemos la forma de aplicar la verdad de
Dios a nuestra vida para seguir caminando hacia la madurez espiritual.
__________________________________
Preguntas de Reflexión:
1.
¿Cuál es la proporción correcta entre hablar y escuchar? ¿Eres de las que habla
y escucha? ¿O de las que habla mucho y escucha poco? ¿Cómo puedes hacer para
revertir eso?
2.
¿Cuál es nuestra responsabilidad hacia la Palabra de Dios?
3.
¿Cuál debería ser el resultado de nuestra salvación? ¿Cómo deberíamos mostrar
que somos salvas?
4.
¿Cómo podemos diferenciar la “religiosidad” de las obras?
5.
¿Cómo podemos preparar nuestro corazón para recibir la Palabra de Dios?
6.
¿De qué forma la Palabra de Dios es un espejo?
7.
¿Cómo podemos perseverar en la Palabra?
8.
Haz un análisis de tu condición espiritual actual. ¿Te definirías como oidora
de la Palabra o hacedora de la Palabra? ¿Qué puedes hacer para convertirte en
hacedora en caso de que no lo seas? ¿Qué obras tiene Dios esperando para ti en
este momento (Efesios 2:10)?
__________________________________
Al terminar el estudio:
-
Revisa tus notas sobre lo que has aprendido en el estudio de hoy. ¿De qué
manera puedes aplicarlas a tu vida?
-
Escoge un día de la semana y ve anotando los eventos a medida que suceden: qué
hiciste, dónde fuiste, qué dijiste… ¿Alguna de las decisiones que hiciste
fueron tomadas en base a alguna tentación? ¿Qué pudiste haber hecho de manera
diferente?
Contenta en Su servicio,
Edurne
La
próxima semana - Hombre
rico, hombre pobre – Santiago 2:1-13
Anteriormente en la serie -
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar