Mujer virtuosa – madre





Proverbios 31:28a

Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada

Nuestros hijos son nuestros observadores más cercanos. Ellos son los que nos ven en la intimidad de nuestro hogar, en los momentos buenos y en los malos. Ellos son los que siguen nuestro ejemplo. Es por eso que esta mujer virtuosa se esfuerza en vivir cerca de Dios y ejemplificar cómo un verdadero creyente debe vivir, incluso cuando la vida se pone difícil.

“La familia de esta mujer veía el reflejo de su vida virtuosa día a día, prueba tras prueba, bendición tras bendición, decisión tras decisión. Su imperfecto, pero consistente, ejemplo piadoso, les daba gran estima por su madre.” – Elizabeth George, Woman of virtue

Decir que sus hijos “se levantan” es reflejar el respeto que ellos sentían por su madre. Es el mismo gesto que el rey Salomón tuvo con su madre Betsabé:

1 Reyes 2:19

Vino Betsabé al rey Salomón para hablarle por Adonías. Y el rey se levantó a recibirla, y se inclinó ante ella, y volvió a sentarse en su trono, e hizo traer una silla para su madre, la cual se sentó a su diestra

La sabiduría, virtud, carácter y reputación que los hijos de esta mujer virtuosa disfrutan gracias a su amor y su dedicación, demostrado a través de los años, da rienda suelta a su gratitud, respeto y honor.

Los hijos de esta mujer virtuosa no solo la bendicen, sino que tienen un carácter resultado de su crianza que hacen de ellos una bendición y un provecho para todas las personas que los rodean. Su carácter es un reflejo de la virtud de su madre.

Eso fue lo que Pablo dijo sobre Timoteo:

2 Timoteo 1:5

trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también.”

El carácter de Timoteo era consecuencia directa de la obediencia y la fidelidad a Dios de su madre y de su abuela en su crianza a pesar de que su padre no era creyente (Hechos 16:1).

Una mujer virtuosa sabe que criar a sus hijos no es tarea fácil, pero se esfuerza en hacerlo de la mejor manera posible.  La tarea de una madre se extiende durante 24 horas 7 días a la semana.

Tener hijos no nos convierte en virtuosas. Aquello que hacemos cuando los tenemos, la manera en la que invertimos el tiempo, la educación que les damos, los valores que les enseñamos, la guía espiritual que les brindamos… sí.

Ahora bien, una vez que nuestros hijos crecen, ellos son responsables de sus propias decisiones. Quizás estás leyendo estas líneas con el corazón en un puño porque alguno de tus hijos se ha alejado del Señor a pesar de todos tus esfuerzos. O quizás sientes que no hiciste todo lo que pudiste hacer o conociste al Señor cuando ya tus hijos eran grandes. Dios sabe. Confía en Su amor por ti, en Su gracia y en Su misericordia. Nunca es tarde para poder influenciar a nuestros hijos de manera positiva. Nunca es tarde para llevarlos al trono de la gracia en oración y rogar para que Dios haga Su obra en ellos.



Para pensar: en nuestra sociedad moderna tenemos madres en condiciones distintas: casadas con un creyente, casadas con un inconverso, madres solas por circunstancias diferentes, abuelas que hacen el papel de madres… sea como sea, cuando tenemos hijos a nuestro cargo, debemos dedicarnos a ellos de modo tal que seamos un impacto piadoso para sus vidas. 
Es nuestra tarea instruirlos y ayudarlos a moldear su carácter. Darles ejemplo y encaminarlos para que puedan tener su propia relación con Dios. Ayudarlos a crecer para que sean hombres y mujeres de provecho para nuestra sociedad. 
Ser mamá es, muchas veces, una tarea sin recompensa aparente. Habrás creído en demasiadas ocasiones que nadie aprecia tu duro trabajo, pero eso no es verdad. Recuerda que servir a nuestra familia, en este caso, a nuestros hijos, es una forma más de servir a Dios (Colosenses 3:23-24). 

Contenta en Su servicio, 
 
Edurne
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