Ester - capítulo 7
Un banquete más en esta
historia palaciega de reyes, reinas, conspiraciones e intrigas en el que,
finalmente, Dios pone orden y el enemigo de Su pueblo es vencido.
Imagina el escenario de
este último banquete:
Tenemos a una
reina, Ester, que tenía que hablar aun a costa de su propia vida.
Recuerda que Asuero era un hombre impredecible como era habitual en los reyes
orientales. Ester no tenía la seguridad completa de que el rey quisiera hacer
algo y revelar su ascendencia judía era un riesgo.
Tenemos también a un
rey, Asuero, intrigado por esa petición que la reina no termina de
hacerle. Se siente satisfecho consigo mismo por haber recompensado a Mardoqueo
como acto de gratitud tras haberle salvado la vida y contento de tener a su,
según él, fiel Amán para compartir durante la cena.
Y, por último, tenemos
a un
malvado, Amán,…que ni siquiera sabía por dónde le venían los golpes. Había
llegado a lo más alto en la corte y su orgullo le daba una sensación de
seguridad que le llevaba directo al desastre. Hasta su propia esposa le había advertido
de que su ruina vendría como consecuencia de su odio en contra de los judíos.
En ese escenario, el
rey Asuero volvió a preguntar a Ester qué era aquello que ella quería pedirle –
Ester
7:2
“Y en el segundo día, mientras
bebían vino, dijo el rey a Ester: ¿Cuál es tu petición, reina Ester, y te será
concedida? ¿Cuál es tu demanda? Aunque sea la mitad del reino, te será otorgada.”
Por fin llegó el momento.
Ester había sido sabia y había esperado el tiempo de Dios, que siempre es
perfecto. El rey estaba realmente curioso por lo que Ester iba a decir y estaba
ansioso por escuchar aquello por lo que la reina había arriesgado su vida y
había celebrado, no uno, sino dos banquetes.
Ester fue realmente
sabia y cuidadosa a la hora de exponer a Amán y de revelar su origen y su
parentesco con Mardoqueo.
Ester
7:3
“Entonces la reina Ester
respondió y dijo: Oh rey, si he hallado gracia en tus ojos, y si al rey place,
séame dada mi vida por mi petición, y mi pueblo por mi demanda. Porque
hemos sido vendidos, yo y mi pueblo, para ser destruidos, para ser muertos y
exterminados. Si para siervos y siervas fuéramos vendidos, me callaría; pero
nuestra muerte sería para el rey un daño irreparable.”
Ester no apunta
directamente a Amán y, en última instancia, del propio rey que fue quien firmó
el decreto de masacre a los judíos. Evitó incluso mencionar la intervención del
rey y puso el factor personal del riesgo sobre su vida como enfoque de su
petición: la vida de la reina estaba en peligro y solo el rey podía salvarla.
El rey, entonces,
pregunta a Ester quién es ese hombre que se atreve a llevar a cabo esa maldad.
Está ofendido realmente de que alguien intente dañar a su reina y a su pueblo…aunque
todavía no sepa claramente cuál es ese pueblo.
La Biblia no lo dice y
esto es solo una impresión mía… pero me imagino que Amán ya había comenzado a
sumar dos y dos. Probablemente la advertencia de su mujer le resonaba en la
cabeza (Ester 6:13) y un sudor frío le recorrería la espalda al pensar en la
posibilidad de que Ester fuera judía, al igual que Mardoqueo.
Salmo
37:1-15
“No te impacientes a causa de los malignos,
Ni tengas envidia de los que hacen iniquidad.
Porque como hierba serán pronto cortados,
Y como la hierba verde se secarán.
Confía en
Jehová, y haz el bien;
Y habitarás en
la tierra, y te apacentarás de la verdad.
Deléitate
asimismo en Jehová,
Y él te
concederá las peticiones de tu corazón.
Encomienda a
Jehová tu camino,
Y confía en él;
y él hará.
Exhibirá tu
justicia como la luz,
Y tu derecho
como el mediodía.
Guarda silencio
ante Jehová, y espera en él.
No te alteres
con motivo del que prospera en su camino,
Por el hombre
que hace maldades.
Deja la ira, y
desecha el enojo;
No te excites en
manera alguna a hacer lo malo.
Porque los malignos serán destruidos,
Pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la
tierra.
Pues de aquí a poco no existirá el malo;
Observarás su lugar, y no estará allí.
Pero los mansos
heredarán la tierra,
Y se recrearán
con abundancia de paz.
Maquina el impío contra el justo,
Y cruje contra él sus dientes;
El Señor se reirá de él;
Porque ve que viene su día.
Los impíos desenvainan espada y entesan su arco,
Para derribar al pobre y al menesteroso,
Para matar a los de recto proceder.
Su espada entrará en su mismo corazón,
Y su arco será quebrado.”
A
veces nos desanimamos porque vemos a nuestro alrededor a personas que obran mal
y les va bien y la vida. Y vemos también a personas que obran bien, que temen a
Dios, que viven en obediencia a la Palabra, y a los que les va mal y les pasan
cosas malas. Muchas de nosotras nos vemos ahí también: vivimos conforme a la
voluntad de Dios y no salimos de un problema o de una prueba para meternos en
otro.
Pero
esta concepción humana, no se corresponde con lo que Dios dice. Si bien, en
apariencia, nos parece que esto es así, sabemos que Dios siempre tiene un
propósito con todo lo que nos pasa y que nadie se escapa a Su justicia y a Su
juicio.
Gálatas 6:7-10
“No os
engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso
también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará
corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida
eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si
no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y
mayormente a los de la familia de la fe.”
No
nos cansemos de hacer el bien. No nos cansemos de vivir bien, de vivir tal y
como Dios demanda de nosotras, de hacer aquello que la Biblia nos dice, de ser
hacedoras y no oidoras de la Palabra. No nos cansemos a pesar de las pruebas,
de los problemas, de las situaciones adversas. Dios es Soberano. Dios sabe.
Dios está en control. Y, sobre todas las cosas, Dios te ama y usará todas las
cosas, de una manera u otra, para tu bien.
Finalmente,
aquello que Ester lleva tanto tiempo queriendo decir, sale de su boca:
El
enemigo y adversario es este malvado Amán. – Ester 7:6
Imagina
por un segundo la cara de Amán. Quizás estaba, en ese momento, llevándose un
bocado de comida a la boca o tomando algo. Imagino que se quedó paralizado, con
la boca abierta y los ojos desorbitados, pensando rápidamente en sus
posibilidades de escape y, probablemente, con el terror dibujado en su mirada.
Había
llegado su hora.
Amán
había querido destruir a Mardoqueo y a todo el pueblo judío… pero se había
olvidado de que Dios no puede ser burlado. Se había olvidado de que Dios
defiende a Su pueblo. Se había olvidado de que ningún humano, por poderoso que
sea, puede vencer a Dios.
El rey
se levantó de pura rabia y salió de la habitación. ¡Qué momentos más
complicados! ¿Estaría enojado con Amán por hacerle caer en un complot para que
firmara la destrucción de los judíos o con Ester por haberle ocultado que
pertenecía al pueblo que él había decretado exterminar?
Al
regresar al banquete, Asuero se encuentra con Amán encaramado al lecho, al
reclinatorio en el que Ester estaba (Ester 7:8) y el rey lo acusó de intentar
violar a la reina. Ahí se decidió todo. Aunque en su tiempo a solas tal vez
Asuero estaba pensando en alguna salida para su segundo al mando, para su
hombre de confianza, encontrarlo sobre la reina fue demasiado.
Seguramente,
Amán estaba rogando por su vida ante la reina y temiendo la ira del rey. Y, en
ese fatídico momento, Asuero entró de nuevo. El único contacto de las mujeres
del rey con el sexo opuesto eran él mismo y los eunucos reales. Había incluso
una ley en Persia que decía que ningún hombre podría acercarse a menos de siete
pasos a las mujeres del harem del rey.
La
misma horca que Amán había construido para Mardoqueo, fue la que Asuero usó
para colgarlo. Aquél que vive por la espada, muere a espada. Aquello que
sembramos, recogemos.
Ester
7 es una lección sobre dos tipos de personas: los que viven de acuerdo a Dios y
los que no. Es una lección sobre la providencia divina para el justo y sobre la
retribución divina para el malvado. Es sobre la bendición dada al pueblo de
Dios y el juicio sobre aquellos en contra de Dios. Al final, el justo
prevalecerá. Y, al final, el malvado será destruido.
Como
creyentes, debemos esperar en Dios a pesar de que nos encontremos con personas
injustas y en medio de situaciones injustas, sabiendo que tenemos un Dios que
todo lo ve, que nos ama y que tiene planes de bien para nuestra vida.
¿De
qué manera respondes a la injusticia en tu propia vida o en la de las personas
a tu alrededor?
Contenta en Su servicio,
Edurne
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ResponderEliminarque linda ensenanza me hizo llorar
ResponderEliminardiliana castillo
Dios no puede ser burlado... Misericordia y gacia para ser hacedoras y no solo por oídoras de su palabra.... Hermoso mensaje... Bendiciones
ResponderEliminarDios no puede ser burlado... Misericordia y gracia para ser hacedoras y no solo por oídoras de su palabra.... Hermoso mensaje... Bendiciones
ResponderEliminarGracias por tan buen comentario
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