Ester capítulo 8
Dios había intervenido
de manera asombrosa: Amán había muerto, víctima de su propia arrogancia y
maldad. Pero el peligro no se había disipado. El edicto que permitía a los
persas atacar a los judíos estaba vivo y vigente.
El rey Asuero le había
dado a Ester todo aquello que había pertenecido a Amán (Ester 8:1). Según los
historiadores antiguos, cuando un traidor era ejecutado, el trono se apropiaba
de todas sus pertenencias. Asuero podía haber confiscado todas las propiedades
de Amán para sí mismo, pero decidió dárselo a Ester… ¿un lavado de conciencia,
quizás? Sea como fuere, todo ese capital le daría a Ester la posibilidad de
compartirlo con otros judíos para que pudieran prepararse para la crisis
venidera.
Asuero sabía que Ester
y Mardoqueo eran judíos, pero no sabía que eran familia hasta ese momento en el
que Ester se lo dijo. Asuero le dio a Mardoqueo el anillo del rey y la reina le
puso sobre la casa de Amán.
Es decir, que todo lo
que había pertenecido a Amán, todas sus posesiones, sus riquezas, su cargo, su
poder, pasó a las manos del judío Mardoqueo, de aquel a quién Amán había odiado
y despreciado con todas sus fuerzas.
Las cosas
definitivamente cambiaban para los judíos: ahora había una reina judía y un
primer ministro judío. Ambos eran cercanos al rey y ambos estaban en posición
de influir en el monarca.
Salmo
37:34-36
“Espera en Jehová, y guarda su camino,
Y él te exaltará para heredar
la tierra;
Cuando sean destruidos los
pecadores, lo verás.
Vi yo al impío sumamente
enaltecido,
Y que se extendía como laurel
verde.
Pero él pasó, y he aquí ya no
estaba;
Lo busqué, y no fue hallado.”
Amán, el perturbado
hombre que aparentemente lo había logrado todo, terminó con nada – ni siquiera
algo para dejarle a su familia. Se podría decir que había subido la escalera
del éxito, pero ésta estaba recargada en el edificio equivocado. Pensemos
cuánto tuvo que trabajar Amán para lograr todo lo que hizo. Sin embargo, todo
eso no sirvió de nada, fue un desperdicio.
Amán no había tenido en
cuenta la conclusión a la que había llegado Salomón al final de su vida:
Eclesiastés
12:13-14
El fin
de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque
esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente
con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala.
Dios traerá toda obra a
juicio. Por mucho que queramos ocultarla. Sea buena o sea mala. Dios lo ve
todo, Dios lo oye todo, Dios lo sabe todo. Aunque queramos esconder lo bueno o
lo malo que hagamos, Dios lo va a juzgar.
¿Todas esas cosas
buenas que haces y que pasan desapercibidas ante los ojos de los demás? No te
preocupes, Dios las ve y las juzgará.
¿Todas esas cosas malas
que haces y que piensas que ocultas también? ¿Todas esas maldades que te hacen
y que piensas que no recibirán castigo? Dios las ve y Dios las juzgará.
No todos los cristianos
son promovidos y se les da honores. Dios no nos ha prometido que todo nos va a
salir bien y que no tendremos problemas. Lo que Él ha prometido es que estará
con nosotros en cada momento y que Él está en control de todas las circunstancias
de nuestra vida.
Ester solicitó que
fuera revocado el decreto en donde se ordenaba la exterminación de los judíos.
Sin embargo, aunque Amán había sido derrotado, el decreto del rey contra los
judíos seguía en pie. ¿Cómo se podría preservar al pueblo de Dios cuando el
decreto del rey no podía ser revocado? (Ester 8:3-6)
La reina no ignoraba el
mal que se cernía sobre su pueblo. Para ella lo más importante no era que ella
estuviera a salvo, sino que los demás judíos del reino estuvieran en peligro.
En muchas de nuestras iglesias hoy en día hemos perdido esto. Pensamos que
asistir a la iglesia, llevar nuestra ofrenda y orar por los necesitados es
suficiente. Pero no lo es ¡hay tantas cosas que podríamos hacer por otros! Tan
solo necesitamos tener un corazón como el de Ester, encendido por lo que les
sucede a las personas que nos rodean.
“un edicto que se escribe en
nombre del rey, y se sella con el anillo del rey, no puede ser revocado. “
Ester 8:8
El edicto de
destrucción de los judíos que Asuero había firmado y sellado, no podía ser
revocado. Las leyes de los medos y los persas no podían alterarse porque se
consideraban perfectas. Lo que Asuero podía hacer fue lo que finalmente hizo:
otro decreto real por medio del cual el rey dejaba saber a su pueblo que él
veía con buenos ojos a los judíos. Básicamente el decreto decía: no ataquen a
los judíos y, si lo hacen, prepárense, porque ellos tienen la potestad de defenderse
ante cualquier ataque (Ester 8:11)
El edicto de Mardoqueo
firmado por el rey Asuero estaba en completa armonía con el pacto de Dios con
Abraham –
Génesis
12:3
“Bendeciré a los que te bendijeren, y a los
que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la
tierra.”
Y a Moisés –
Éxodo
23:22
“Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres
todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te
afligieren.”
Dios está con Su pueblo
en cualquier aflicción y problema. Él no solo está con nosotras, sino que está
en control de todo lo que sucede. No hay sufrimiento que pase desapercibido, no
hay nación que escape de Su vista.
Este capítulo comienza
con las lágrimas de la reina Ester por su pueblo (8:3) y termina con los judíos
regocijándose y celebrando al ver cómo Dios estaba obrando en su favor
(8:15-17).
Los judíos habían
estado en duelo y ayuno, pero ahora podían sentir el gozo. Ese gozo que solo
podemos sentir en el Señor y que nos da nuestra confianza en Él, en Su plan y
en Su propósito.
Romanos
15:13
“Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo
y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu
Santo.”
Sea lo que sea lo que
estemos viviendo, siempre tendremos la posibilidad de regocijarnos en el Señor.
Siempre tendremos esa paz y ese gozo que viene de Dios y que podemos encontrar
en Cristo sin importar nuestras circunstancias.
¿Puedes regocijarte en
el Señor hoy aunque estés viviendo una situación adversa? ¿Puedes confiar en
Dios hoy a pesar de todo?
Contenta
en Su servicio,
Edurne
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