Serie - El Fruto del Espíritu/ 1 - El Fruto


       
         




           “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza…” (Gálatas 5:22-23) ¿Cree que su carácter refleja las nueve características del Fruto del Espíritu que aparecen en los versículos que acaba de leer? Piense en cada una de ellas e intenta ver qué caracaterísticas le definen y cuáles no.
         Por supuesto, hay áreas en las que se verá mejor, del mismo modo que habrá otras de las que preferiría no hablar. Si puede leer la lista sin ruborizarse o sin sentir que le sobra alguno de los elementos, ¡Felicidades! Realmente el Espíritu Santo ha hecho un gran trabajo en su vida. Pero si su respuesta es que hay áreas en las que aún debe crecer, como nos pasa a la mayoría, ¡Ánimo! Estamos juntas en este barco de conocer a fondo las características del Fruto del Espíritu y de aprender cómo hacerlas nuestras.
         El fruto del Espíritu es el resultado de la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas. Precisamente por eso encontramos tan difícil ver reflejadas en nosotras todas o alguna de las diferentes áreas que conforman el fruto, porque no nacen de nuestra naturaleza humana sino que se van puliendo y van creciendo a medida que el Espíritu Santo de Dios va obrando en nuestro corazón.        
          Esto es claro a la luz de la lista de las obras que sí provienen de la naturaleza humana y que aparecen en los versículos 19-21 del mismo capítulo 5 de Gálatas:
         “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías y cosas semejantes.”
         Pablo denomina esta lista como las “obras de la carne”. Sabemos que la naturaleza humana tiende al pecado. Cualquiera de las obras de la lista anterior nos sale de forma natural. No necesitamos esforzarnos para airarnos o para pelear o sentir celos o envidia de otra persona. Ni siquiera son cosas que tengamos que planear o pensar, simplemente surgen de lo más profundo de nuestro interior. El esfuerzo viene del lado contrario, cuando no queremos sentir ira o envidia o cuando no queremos emborracharnos o pelear o cuando no queremos tener una relación sexual ilícita.
         En Efesios 2:1-3 Pablo habla sobre esto, describiendo nuestra vida antes de conocer a Cristo, cuando éramos controladas exclusivamente por los desos de la carne y no por el Espíritu Santo:
         “Y él os dio vida a vosotros  cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás”
         Cuando entablamos una relación con Cristo por medio de la fe en Su muerte y resurrección, Dios pone en nosotros, en medio de nuestros deseos carnales naturales, una nueva vida. Esa vida debe ir creciendo de la mano del Espíritu Santo, una de cuyas funciones es desarrollar en nosotras el carácter cristiano; en otras palabras, hacernos lo más semejantes posible a Cristo. Eso produce en nuestro interior una lucha entre nuestro antiguo yo y nuestro nuevo ser en Cristo; lucha en la que todos estamos envueltos. Fíjese lo que el apóstol Pablo dice en estos versículos:
         “Porque lo que hago no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago” (Romanos 7:15)
         “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago” (Romanos 7:19)
         También en él se estaba dando la lucha entre su naturaleza pecaminosa y su nueva naturaleza espiritual. Por supuesto que hay veces en las que los deseos de la carne van a ganar la batalla. Pero si dejamos al Espíritu Santo cincelar nuestro interior, con el dolor que eso conlleva, las batallas perdidas contra la carne van a ser cada vez menos y el fruto del Espíritu va a manifestarse en nosotras en toda su plenitud, con todas sus características, cada vez más firmemente (Efesios 3:16).
         Lo que todos estos versículos nos están diciendo, en última instancia, es que una vez que somos hijas de Dios ya no debemos proveer para la carne alimentándola de las cosas que le gustan (Romanos 13:14; 1 Pedro 2:11) sino que debemos dejar que el Espíritu Santo vaya trabajando en nuestras vidas para poder reemplazar estos instintos primarios humanos con el fruto del Espíritu (Efesios 5:18). 
         Se trata, en realidad, de un proceso complejo, que demanda compromiso, dedicación, obediencia y, en definitiva, representa una ardua lucha en nuestro interior para que dejemos que el Espíritu Santo cumpla con su tarea en nuestras vidas. Debemos rendirnos a la acción del Espíritu Santo y buscar su guía constantemente por medio de la oración, de la lectura y meditación de la Palabra de Dios y de la compañía y el consejo de personas piadosas a nuestro alrededor. Ser guiados por el Espíritu Santo debe ser algo continuo, diario. La Biblia nos dice que debemos “andar” en el Espíritu, cada día (Romanos 6:5; Gálatas 5:16). Solamente así podremos ver Su obra en nosotras por medio de la manifestación del fruto del Espíritu Santo en nuestra vida. De esa forma amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza podrán ser características genuinas y reales en nuestra vida.


Para estudiar y meditar -

1. Lea Juan 15:1-8 ¿Qué dicen estos versículos sobre el fruto? Explique con sus palabras la relación entre el labrador, la vid y los frutos y anote quién es cada uno de esos elementos. Averigüe también qué son los pámpanos y haga un dibujo de una vid que incluya todas estas cosas. Tome un tiempo para reflexionar ¿Qué cree que es usted? ¿Fruto o pámpano? ¿Qué quiere ser? ¿Cómo puede llegar a serlo?
2. Busque estos versículos y léalos ¿qué expresa el término “fruto” en cada uno de ellos?



Ë Mateo 7:16 - 17

Ë Lucas 6:44

Ë Juan 12:24

Ë Juan 15:1-6

Ë Romanos 7:4

Ë Colosenses 1:10

Ë 2 Pedro 1:8




3. Memorice Gálatas 5:22-23 “Mas el  fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”

Comentarios

  1. Muy interesante este articulo extraido de la palabra, muchas veces nos sentimos como super cristianos y obviamos este pasaje de galatas jajaja pareciera q lo tacharams xq pensamos q tenems una actitud piadosa y realmente somos iracudas, rencillosas, cerlosas etc. muchas gracias edurme por compartr estas revelaciones biblicas

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    1. Totalmente de acuerdo Ana Laura! Nos es mucho mas fácil vernos como "espirituales" que como "carnales". Pero, al final, resulta que somos carne, que el esfuerzo está en dejar que el Espiritu Santo haga Su obra en nosotras =) Gracias por pasarte! Bendiciones =)

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