Lecciones del desierto





            Nunca te atreviste a pensar que la libertad costaría tanto.
            Te concentraste en salir de Egipto, en escapar de la opresión de la esclavitud.
            Oras, te quejas, te tienes lástima.
            Pero... ¡Comienzas a soñar!
            Hasta que un día el sueño se convierte en visión y la visión en realidad.
            Al principio, no hay nada que no puedas hacer. Confías en Dios ¡le viste abrir el mar!
            No sabes lo que te espera.
            No imaginas el precio que tendrás que pagar por tu libertad, por tu visión, por tu llamado.
            Esperas un par de baches en el camino.
            Pero no los barrancos a los lados.
            No las distracciones, los retrasos, los desalientos.
            No el desconcierto, la incertidumbre, la soledad.
            Apenas puedes recordar cómo era tu sueño mientras paso a paso vas haciendo la enorme cantidad de trabajo que se necesita para producir fruto.
            Así que te detienes y miras hacia arriba, preguntándote si es que no entendiste el llamado, si pediste demasiado, si forzaste el brazo de Dios y estás haciendo tu voluntad y no la suya. Te cuestionas a ti misma, cuestionas a Dios, cuestionas a cualquiera que esté a tu lado.
            Y sucede lo inevitable.
            Un día comienzas a pensar...
            “Quizás Egipto no era tan malo...
            Quizás nunca debí haber comenzado a soñar.”
            En el medio de la duda y la queja te olvidas de la lección más importante del desierto.
            En Éxodo 13:17-18 se nos advierte del precio de la libertad: “Y luego que Faraón dejó ir al pueblo, Dios no los llevó por el camino de la tierra de los filisteos, que estaba cerca; porque dijo Dios: Para que no se arrepienta el pueblo cuando vea la guerra, y se vuelva a Egipto. Mas hizo Dios que el pueblo rodease por el camino del desierto del Mar Rojo. Y subieron los hijos de Israel de Egipto armados.”
            ¿Por qué Dios haría eso? ¿Por qué no los guiaría por el camino fácil?
            Lo hizo así para fortalecerlos.
            Lo hizo así para prepararlos para lo que estaba delante, su sueño.
            Lo hizo así para equiparlos para lo que había de venir.
            ¿Has escuchado el llamado de Dios a tu vida? ¿Has tomado un paso de fe fuera de Egipto y ahora te encuentras batallando en el desierto, preguntándote si realmente te llamó a lo que sea que estés haciendo?
            Sé valiente, mi querida amiga. No escuchaste mal. Dios te llamó. No estás equivocada en perseguir tu sueño.
            Solamente necesitas aprender las lecciones que Dios tiene para ti en el desierto.
            Y pronto, antes de lo que piensas, te encontrarás viviendo tu sueño a plenitud.


Comentarios

  1. Si que necesitaba leer un escrito Como este precisamente hoy.

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