Sazón
“Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo. Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.”
Colosenses
4:5-6
Pablo
nos da, en estos dos versículos, una exhortación sobre la manera en la que
debemos conducirnos “con los de afuera” es decir, con aquellos que no conocen a
Cristo.
Debemos
tener sumo cuidado con la forma en la que hablamos y actuamos en la presencia
de personas que no son creyentes. Cuando
las personas a nuestro alrededor saben que somos cristianos, se van a interesar
en la forma en la que vivimos y van a evaluar el ser cristiano en base a lo que
vean y escuchen de nosotros. ¿Qué responsabilidad, no crees?
Es
por tanto necesario que cada día demostremos con nuestra vida lo que significa
tener una relación personal con el Señor Jesucristo. Somos anuncios andantes y
debemos ser sumamente cuidadosas con lo que otros ven a través de nuestras
relaciones familiares, con otros hermanos y en la sociedad en general.
Debemos
redimir, invertir sabiamente, el tiempo que Dios nos ha dado a cada una de
nosotras. Caminar sabiamente nos hace pensar inevitablemente dos veces en lo
que hacemos y decimos.
Hoy
quiero centrarme un poco más en lo que decimos, y en cómo lo decimos. Quizás
porque es un aspecto personal que debo cuidar constantemente, manteniendo mi
lengua bajo control.
Nuestras
palabras deben ser “con gracia” y “sazonadas con sal”.
El
Señor Jesucristo hablaba con gracia en Sus labios “Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su
boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José?” (Lucas 4:22). Entre las
muchas afirmaciones sobre Jesucristo en el Salmo 45 está esta: “Eres el más hermoso de los hijos de los
hombres; La gracia se derramó en tus
labios; Por tanto, Dios te ha bendecido para siempre” (v.2). Incluso
cuando el Señor estaba batallando con el pecado, El habló palabras con gracia.
Nuestras
palabra se supone que deben ministrar gracia en el oyente (Efesios 4:29). Pero
eso no puede suceder a no ser que tengamos gracia en nuestro corazón y en
nuestras palabras. “Hablar la verdad en
amor” (Efesios 4:15) es el ideal de Dios para nuestra conversación.
¿Por
qué añadió Pablo “sazonada con sal”? En esa época, la sal no sólo se usaba para
condimentar la comida, sino que también ayudaba a conservarla. Debemos poner la
sal en nuestro hablar para asegurarnos de que es pura y de que está sazonada
apropiadamente. “Ninguna palabra
corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria
edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.” (Efesios 4:29). Nuestra
forma de hablar debe ser pura y debe ser el reflejo de un corazón puro.
La
sal también se usaba en los sacrificios (Levítico 2:13). Quizás Pablo estaba
sugiriendo que debemos ver nuestras palabras como un sacrificio ofrecido a
Dios, tal y como lo son nuestras
alabanzas (Hebreos 13:15). Sin duda, tener en mente que nuestras palabras son
vistas como sacrificios a Dios, nos ayudarían a decir lo correcto de la forma
apropiada.
¿No
te parece terrible escuchar a un “cristiano” maldecir o decir malas palabras,
incluso gritar o hablar de forma descortés? ¡Y más cuando hay inconversos
escuchando!
1 Pedro 3:15
“sino santificad a Dios el Señor en vuestros
corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y
reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en
vosotros;”
Mansedumbre
es lo opuesto a la dureza y reverencia lo opuesto de arrogancia. En nuestra
conversación, la actitud de saberlo todo no debe tener lugar. Es verdad que
debemos tener convicciones, pero también lo es que debemos cultivar un espíritu
de amor.
¿Cómo
es tu comportamiento cuando estás con personas que no conocen a Cristo? ¿Cómo
son tus palabras? ¿Están sazonadas con sal? ¿Tienen buen condimento?
Contenta en Su servicio,
Edurne
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