Hay victoria en la oración
“Y
sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; mas cuando él
bajaba su mano, prevalecía Amalec.”
Éxodo 17:11
Los
amalecitas eran una tribu de nómadas feroces descendientes del nieto de Esaú
(Génesis 36:12). Según Deuteronomio 25:18-19, atacaron a los israelitas por la retaguardia,
agarrando desprevenidos a los más débiles que iban en la parte de atrás de la
tropa y fueron juzgados por Dios por ese hecho.
En
esta ocasión los vemos peleando contra Israel en Refidim (Éxodo 17:8). Me llama
la atención el hecho de que Moisés hizo las dos cosas que es necesario hacer
cuando nos enfrentamos a un tarea ingente que nos supera con creces:
1. Elaboró
un plan de acción (Éxodo 17:8)
2. Se
puso a orar fervientemente (Éxodo 17:11)
Ambas
cosas, pasar a la acción y orar son importantes para llevar a cabo grandes
cosas para Dios. Pero me gustaría que volvieras a leer el versículo 11:
“Y
sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; mas cuando él
bajaba su mano, prevalecía Amalec.”
El
hecho de alzar las manos es, según los expertos, un gesto inequívoco de
oración. Cuando Moisés oraba, Israel ganaba la batalla. Cuando sus brazos caían
por el agotamiento físico y su oración cesaba, ganaba Amalec.
O
sea, que aunque el plan de acción de Moisés fuera ejecutado a la perfección por
Josué y los israelitas, una vez más comprobamos que iba a ser Dios quien les
diera la victoria. Esta batalla no iba a ser ganada sólo con la espada, sino
con el poder de Dios, poder que sólo se obtiene a través de la oración.
¿Cuál
es la batalla que estás enfrentando hoy? ¿Qué es eso tan grande que está fuera
de tu alcance? ¿Qué sueño estás intentando cumplir para el Señor? ¿Hay algún
amalecita atacándote por la espalda y aprovechándose de tu fatiga? ¿Estás
orando y confiando en el poder de Dios para salir adelante?
Satanás
te ataca de la misma forma que los amalecitas, por la retaguardia. Te ataca
cuando estás cansada, sola, dolida, enferma, estresada, demasiado ocupada...
Cuando tu mente no reacciona inmediatamente de la forma en la que podrías
derrotar cualquier ataque por duro que fuera: orando.
Cuando
enfrentes una ocasión en la que todo lo que viene a tu mente es “no hay nada
que pueda hacer”, desecha ese pensamiento. Sí hay algo que puedes hacer: puedes
orar. Y la oración del justo, mi querida amiga, puede mucho (Santiago 5:16).
Ora
sin cesar – 1 Tesalonicenses 5:17
Ora
en los tiempos buenos y en los malos.
Haz
de la oración un hecho tan cotidiano como respirar.
Ora
durante todo el día.
Ora
en las vigilias de la noche.
Ora
en lugar de preocuparte.
Persiste
en la oración - Lucas 18:1-8.
Deja
que el poder de Dios se manifieste a través de tu oración y espera el
resultado. Quizás no sea el que estás esperando, pero, sin duda, va a ser el
que Dios tiene para la situación por la que estás orando.
Edurne
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