1. Tu propia historia
¿Quién soy?
Todas nos hemos hecho esa pregunta en algún momento
de nuestra vida. O, más bien, en diferentes etapas de nuestra vida: en la
adolescencia, cuando comenzamos a saborear el ser adultas. En la juventud, cuando necesitamos
decidir qué camino seguir, qué hacer con nuestro futuro. Al casarnos y tener
hijos, cuando la rutina y las necesidades de otros se van poniendo por encima
de nuestras propias necesidades y ya no nos encontramos a nosotras mismas si no
es a través de otros. En cada cambio importante de nuestra vida, la eterna
pregunta viene a nuestra mente... ¿Quién soy yo? ¿Qué es lo que me define a mí
misma? ¿Cómo he llegado hasta este punto?
¿Cómo he llegado hasta aquí? A veces sentimos que hemos
perdido el control de nuestra vida y que las circunstancias y situaciones nos
han ido llevando hacia donde estamos ahora casi sin darnos cuenta. Nuestra
propia historia, nuestro pasado, los acontecimientos importantes en nuestra
vida nos han ido transformando, cambiando y convirtiendo (para bien o para mal)
en quienes somos ahora.
Nuestra historia es importante. Nuestro pasado es
importante. Pero no debe interrumpir nuestro presente ni mucho menos determinar
nuestro futuro.
Quizás has vivido cosas como...
...rechazo
...soledad
...maltrato
...enfermedad
...muerte de un ser querido
...problemas económicos graves
...una niñez traumática
...una mala relación con tus padres, algún hermano,
un esposo, un hijo
...un divorcio
...humillaciones
...complejos
...relaciones conflictivas
...depresión
...desórdenes alimenticios
...pérdida de trabajo
Cada una de las cosas que has vivido contribuyen a
crear quién eres, son parte de tu “mapa personal”, te han servido para ver cuáles son tus fortalezas y
debilidades, cuáles son tus límites, hasta dónde puedes llegar. Cada
experiencia negativa o positiva de tu propia historia, cada vivencia, han
ayudado a que seas la persona que eres hoy.
Juan 6:33
“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo
tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.”
La vida no es fácil, ni es un camino de rosas. Pero
tenemos que vivirla. Y vivirla de la mejor manera posible. Un pasado difícil o
situaciones problemáticas que hayas vivido no pueden dejarte estancada,
paralizada, quitarte el derecho a vivir y a vivir bien. Dios promete una vida
abundante (Juan 10:10) a través de Su Hijo Jesucristo y ese debe ser nuestro
objetivo.
Quiero que contestes estas preguntas con toda
sinceridad, que te tomes tu tiempo para reflexionar en cada una de ellas y orar
para que el Señor te muestre cualquier sentimiento que pueda estar oculto o
reprimido en tu interior:
¿Hay algún
acontecimiento en tu pasado que marque tu presente?
¿Qué hay en tu
alma? ¿Cuáles son los sentimientos y emociones que salen al exterior? ¿Son
positivos o negativos en su mayoría?
¿Cómo te tratas
a ti misma? ¿Eres tu peor crítica o te miras a ti misma con amor y seguridad?
¿De qué forma tu
pasado afecta tu relación con otras personas?
¿De qué forma tu
pasado afecta tu relación con Dios?
Conocí a una mujer que, durante años, tuvo problemas
para tener una relación íntima y personal con Dios y verlo como su Padre
Celestial debido al abandono que sufrió de niña cuando su padre se fue de casa.
Nuestro pasado, sin duda, nos afecta, a veces más de lo que queremos admitir.
Tu historia personal te ha traído hasta aquí. Pero
de ti depende qué vas a hacer con el resto de vida que te queda. Tú decides
cómo te vas a tratar a ti misma, cómo vas a tratar a los demás, cómo vas a
relacionarte con el mundo que te rodea y, sobre todo, cómo vas a relacionarte
con Dios. Hay una frase que dice que “la
vida es un 10% lo que te sucede y un 90% cómo reaccionas a lo que te está
sucediendo”. ¿Qué vas a hacer con lo que te ha tocado vivir? ¿Cómo vas a
responder?
No hay fórmulas mágicas para borrar el pasado de
nuestra memoria. Tenemos cicatrices demasiado profundas para borrar, traumas
arraigados en nuestro corazón que no hemos podido superar. En el fondo,
llevamos sobre nuestros hombros una carga demasiado pesada, un exceso de
equipaje que nos está destrozando por dentro y está minando cualquier
posibilidad de disfrutar a plenitud de las relaciones más importantes de
nuestra vida. De Dios. De nuestra
familia. De nosotras mismas.
Mateo 11:28
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré
descansar.”
Sólo Jesús puede aligerar la carga de tu pasado.
Sólo Dios puede recomponer cada pedazo de tu corazón y darle nueva vida a tu
alma. Es en El que vas a poder descansar, sanar y seguir adelante sin exceso de
equipaje, sin esa carga extra que ha detenido tu camino.
Ponlo en Práctica
El “Encomio de la Serenidad” de Reinhold Niebuhr dice:
“Dame la serenidad para aceptar las cosa que no puedo cambiar, el valor
para cambiar las cosas que puedo cambiar y la sabiduría para ver la diferencia”
1. Haz una lista de cualquier acontecimiento de tu
pasado que esté afectando tu presente de forma directa ¿Es algo que puedes
cambiar? Traza un plan para hacerlo. ¿Es algo que no puedes cambiar? Acéptalo y
sigue adelante. Pide ayuda a Dios para poder hacerlo.
2. ¿Cómo puedes mejorar tu relación con Dios? Quizás
necesites:
- Ajustar tu horario
- Buscar un devocional que te ayude a tener una
meditación diaria
- Involucrarte en un grupo de estudio en tu iglesia
o en un ministerio
- Comenzar un diario de oración
Describe cómo te gustaría que fuera tu relación con
Dios y haz los ajustes necesarios para cumplir con tus expectativas.
3. ¿Cómo puedes mejorar tu relación con las personas
a tu alrededor? Lee:
- Filipenses 2:3-8
- Romanos 12:10-18
¿De qué forma práctica puedes incorporar estos
versículos a tu vida diaria y a la de tu familia? ¿Hay alguna relación con
alguien de tu entorno (familia, amigos, compañeros de trabajo, miembros de tu
iglesia...) que haya sido afectada por tu pasado y que debas recuperar?
Tu pasado está ahí. No permitas que sea un ancla en
tu vida. Extiende tus alas y vuela con el corazón, con el alma. Sueña ¡vive!
¿Qué te apasiona hacer? ¿Qué hace cantar tu corazón? Que tu pasado no te impida
llevarlo a cabo.
Contenta en Su
servicio,
Edurne
Comentarios
Publicar un comentario