Controlando nuestras emociones - Ira
La
ira es una emoción que, por sí misma, no es ni buena ni mala. Es cómo
reaccionamos ante esa ira lo que la hace positiva o negativa. Hay personas que
reaccionan a causa de la ira con gritos,
otras que la van acumulando poco a poco hasta que estalla incontrolable como un
volcán, otras que se refugian en el silencio y la represión por respuesta y
otras que desarrollan profundos sentimientos de ira y resentimiento. Sea cual
sea nuestra forma de reaccionar al enojarnos, la ira puede ser muy dañina tanto
para nosotras como para las personas a nuestro alrededor.
Proverbios
27:15
Gotera continua en tiempo de
lluvia
Y la mujer rencillosa, son semejantes;
Proverbios
21:9
Mejor es vivir en un rincón
del terrado
Que con mujer rencillosa en
casa espaciosa.
Proverbios
21:19
Mejor es morar en tierra
desierta
Que con la mujer rencillosa e
iracunda.
El
efecto de una esposa y madre iracunda, de una mujer que no sabe cómo controlar
la ira es devastador para todos aquellos que la rodean. Crea ansiedad, dolor,
temor, fobias, infelicidad… en aquellas personas que más le importan. No
solamente en el ámbito del hogar es perjudicial compartir el espacio con una
mujer que da rienda suelta a su ira, también lo es en el ámbito profesional,
ministerial, relacional… una persona iracunda aleja a cualquiera de su lado. La
Biblia incluso aconseja apartarnos de las personas que no controlan su ira y su
enojo de forma habitual y continua:
Proverbios
22:24-25
No te entremetas con el iracundo,
Ni te acompañes con el hombre
de enojos,
No sea que aprendas sus
maneras,
Y tomes lazo para tu alma.
Así
de importante y de necesario es aprender a controlar nuestra ira.
En
el Nuevo Testamento hay tres palabras que describen el sentimiento de enojo:
1. Θυμός
/zimós/ - indica una conmoción turbulenta, una agitación o explosión repentina.
Es la ira que mejor capta el significado de la palabra “ira”.
2. Ωργή
/orgé/ - describe una actitud airada a largo plazo, que a menudo trata de
buscar venganza. Sería nuestra idea de “resentimiento”.
3. ’Αγανακτήσις
/aganaktésis/ - forma de enojo sin la implicación de un comportamiento
inapropiado, “indignación”.
Es
decir, que el sentimiento de enojo en sí mismo no tiene por qué ser pecado o algo
negativo. De hecho, sabemos que Jesús se indignó en varias ocasiones (Marcos
3:5; 10:14). Es nuestra forma de expresar el enojo el que debemos cuidar y
controlar. El enojo que sentía Jesús era una indignación legítima ante la
opresión, la injusticia y el no ver que se suplieran las necesidades humanas.
La ira, por el contrario, expresa nuestro enfado en palabras o acciones
incontroladas y explosivas y el resentimiento acumula la ira en el interior
hasta que esta encuentra una forma de salir. Ambas formas de expresar nuestro
enojo pueden destruir nuestras relaciones, afectar nuestra personalidad, dañar
nuestra efectividad y dañar nuestra valía ante los ojos de los demás e incluso
de nosotras mismas. La indignación, por el contrario, puede servirnos de
motivación para realizar una acción constructiva. La indignación es una emoción
que podemos aprovechar de forma positiva para movilizarnos a la acción,
protestar contra el mal, corregir una injusticia o darnos pasión por un trabajo
o un servicio. Cuando nos enojamos por las cosas que enojan a Dios y
canalizamos nuestro enfado de manera positiva, la ira pierde su poder de
control sobre nuestras vidas.
Veamos
el ejemplo de Moisés:
Moisés
mostró indignación cuando descendió del Monte Sinaí después de cuarenta días de
comunión con Dios y de recibir la ley. A los pies del monte, encontró a los
israelitas danzando y adorando a un becerro de oro. Y Moisés estrelló contra el
suelo las tablas de la ley en reflejo de la ira de Dios, provocando el cambio
de actitud del pueblo de Israel (Éxodo 32:7-35).
Pero,
cuarenta años después, el enfado impaciente de Moisés estalló en ira y golpeó
la roca en lugar de hablarle tal y como Dios le había dicho. A causa de esta
demostración de ira incontrolada, Moisés no pudo entrar en la Tierra Prometida
(Números 20:8-13).
Para
poder controlar nuestra ira tenemos que considerar, en primer lugar, qué cosas
nos hacen enojar. Hazte estas preguntas y sé totalmente sincera con las
respuestas:
¿Te enojas con tu esposo
porque no recoge su ropa sucia o deja
por todos lados los zapatos?
¿Te indignas cuando un
compañero es tratado injustamente?
¿Te molestas cuando escuchas
algún comentario crítico (que no tiene por qué ser negativo) sobre tu forma de
hacer las cosas o de actuar?
¿Te irritas cuando tu esposo
no es tan atento a tus necesidades como te gustaría?
¿Respondes con ira cuando tus
hijos desobedecen o hacen algún desastre en casa?
¿Te molestas cuando sabes que
tu esposo, en el fondo, no está escuchando ni una palabra de la conversación
que están teniendo?
¿Te resientes con tu jefe
porque no es sensible a las presiones familiares que tienes y que afectan tu
desempeño en el trabajo?
¿Te enojas cuando pierdes en
control sobre las situaciones o sobre otras personas?
¿Te enfadas cuando tu orgullo
se ve afectado de alguna manera?
¿Es tu ira el resultado del
resentimiento o de la amargura contra alguien o contra alguna situación
presente o pasada?
¿Cuál es tu respuesta
emocional a las irritaciones? ¿Ventilas tu enojo a la menor provocación,
lamentando después cada palabra y acción? ¿Suprimes tu ira y acumulas montones
de ofensas en tu interior fingiendo estar bien?
¿Es tu enojo ante una
situación un estímulo para producir un cambio positivo?
Considera
por unos minutos tus respuestas para que puedas reflexionar sobre las fuentes
de tu ira.
La
Biblia no dice que enfadarse sea pecado ni que no podamos hacerlo, pero sí pone
límites muy claros para nuestro enojo:
Efesios
4:26-27
“Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni
deis lugar al diablo.”
No
podemos dejar que nuestra ira dé ventaja al diablo para dañar nuestra vida o la
de las personas a nuestro alrededor. Aprendamos a manejar nuestro enfado de
manera constructiva. ¿Cómo?
Admite
y acepta tu enojo
No
encubras tus emociones, no te hagas la fuerte y digas que todo está bien.
Cuando hay una situación que te molesta, haz todo lo que esté en tu mano para
resolverla. Si tu enojo está dirigido hacia alguna persona por algo que te haya
hecho o dicho, habla con esa persona y exprésale tu malestar antes de que tu
enfado estalle en ira o se convierta en resentimiento.
Piensa
antes de hablar
¡Cuántos
problemas nos ahorraríamos si pensáramos (y oráramos) antes de hablar en lugar
de soltar lo primero que nos viene a la cabeza. La lengua comienza incendios
que no se pueden apagar y, si se apagan, dejan cenizas y destrucción a su paso
(Santiago 3:5-18). Una vez que las palabras salen de tu boca no puedes volver a
ponerlas en tu interior. Cuando estamos enojadas generalmente decimos cosas que
nunca hubiéramos dicho si las hubiéramos pensado primero (Santiago 1:19-20).
Controla
tu nivel de estrés
Emociones
como la ira se disparan cuando no descansamos lo suficiente (¡especialmente
cuando no dormimos bien!) o estamos sometidas a niveles de estrés elevados.
Cuando veas que te estás enojando con mucha facilidad y que ese enojo se está
expresando en ira, examina tus patrones de sueño y descanso, para ver si tu
impaciencia y tus reacciones pueden modularse a través de bajar un poco tu
ritmo de vida.
Del
mismo modo, los cambios hormonales en las mujeres también juegan un papel
importante en la falta de control de nuestras reacciones. Ya sea en la
pubertad, justo antes de la menstruación o en la menopausia, nuestras hormonas
pueden jugarnos una mala pasada y empujarnos a un comportamiento irritable e
irracional muchas veces. ¡Tenlo en cuenta!
Practica
el poner tu carácter bajo el control del Espíritu Santo
De
nuevo hay que mencionar Gálatas 5:22-23. Es el Espíritu Santo el que va a
producir autocontrol en todas las esferas de nuestra vida, incluyendo la ira.
Toma un tiempo cada día para centrar tu mente en Dios, en Su Palabra, en Su
carácter, en cómo es Él. Ora por ti, para que cada día puedas ser controlada
por el Espíritu Santo y que puedas crecer en templanza y dominio propio.
Resiste
a Satanás
Si
estás fallando en controlar tu enojo una y
otra vez, comienza a darte cuenta de que ese es un problema más allá del
carácter. Generalmente no somos conscientes de que libramos una batalla
espiritual y que el enemigo nos ataca por aquellos lugares en los que somos más
débiles. Antes de exponerte a situaciones que detonen tu enojo, decide resistir
al diablo. Decide qué vas a hacer y cómo vas a reaccionar cuando el enojo se
presente.
Escoge
perdonar
No
acumules rencor ni ira innecesaria contra otras personas aunque te hayan hecho
daño. Perdonar es una decisión de la voluntad. Nuestro comportamiento sufre una
enorme diferencia cuando vivimos sabiendo que vamos a perdonar en lugar de
guardar las ofensas en un corazón amargado e iracundo.
Acepta
que hay circunstancias que no puedes cambiar
Si
te enojas continuamente por tus circunstancias, probablemente estás esperando
un cambio milagroso que no se va a producir, o al menos no en este momento.
Dios está más preocupado por cambiarte a ti que por cambiar las circunstancias
a tu alrededor. En lugar de enojarte, aprende.
Confiesa
tu ira inmediatamente
Cuando
pierdes los nervios y dices algo inapropiado o dañino, asume tu responsabilidad
por ello. Confiesa tu fallo al Señor y acepta Su perdón. Después, ve a la
persona a la que has ofendido y pide perdón. Aquí aprovecho a decirles a las
mamás (sobre todo de niños pequeños) que también debemos pedir perdón a
nuestros hijos cuando damos rienda suelta a nuestra ira con ellos. Hay veces
que los niños nos vuelven locas, pero no merecen nuestros gritos ni nuestros
abusos verbales. Recuerda que a veces las palabras hacen más daño que los
golpes. ¿Te enojaste de más con tus hijos? ¿Te pasaste de la raya en tu enfado
con ellos, en tus palabras? Pide perdón. Cada vez.
Ora
por sabiduría
Gracias
a Dios, podemos pedir sabiduría a Dios con la confianza de que nos la va a dar
cada vez que lo necesitemos (Santiago 1:5). Cuando te enfrentes a una situación
que te provoca ira, ora para que tu actitud sea la correcta, ora para que
puedas expresar tus sentimientos de la forma correcta y en el momento adecuado.
El
enojo puede motivarnos a tomar acción, pero debemos tener cuidado con las
explosiones de ira. Recuerda que la ira y el resentimiento nos impiden crecer
espiritualmente y madurar emocionalmente. Con la ayuda del Espíritu Santo,
podemos aprender a reconocer la diferencia y a reaccionar de manera positiva
ante las situaciones que nos hacen enojar.
Aplicación -
1. Comienza a comunicarte y a expresar verbalmente tus
sentimientos de ira. Analiza y está muy atenta a las causas de tu ira.
2. Ora por ti misma y por cada persona a tu alrededor que
necesite controlar su ira. Pide a Dios que cambie el enojo por amor (Romanos
5:5)
3. Piensa cómo puedes ayudar a otros miembros de tu
familia o a amigos que tengan problemas para controlar la ira.
Oración -
Señor, ayúdame en todas mis relaciones
para que pueda comunicarme de forma positiva y controlar mi ira. Sé que debo
perdonar a otros y pedirte perdón a ti, ayúdame a hacerlo cada vez que sea
necesario. Líbrame de la tentación de airarme y lléname de tu amor.
En la semana -
Memoriza Efesios 4:26-27
Lee Proverbios 15:18; Proverbios 22:24, 25; Proverbios 29:11,
Santiago 1:19. ¿Cómo puedes aplicar estos versículos a tu vida? Busca otros
versículos en el libro de Proverbios que hablen sobre la ira y el enojo y toma
un tiempo para estudiarlos.
Contenta
en Su servicio,
Edurne
Artículos anteriores:
Hola, por favor publica el resto de los estudios de la serie controlando mis emociones, ya que, los estamos estudiando
ResponderEliminaren mi iglesia y quedamos en pausa. Gracias por tu ayuda. Bendiciones
Querida Cecilia, he pasado días en el hospital junto a mi esposo que tuvo ser trasladado de emergencia desde la comunidad indígena en la que estaba de conferencia. Siento mucho las molestias causadas, en cuanto pueda publicaré el siguiente artículo de la serie. Bendiciones =)
EliminarQuerida Edurne, siento mucho lo de tu esposo, estaremos orando por ustedes, espero y confío en Dios que pronto se recupere. Gracias por tu paciencia. ¡Bendiciones!
Eliminar