Controlando nuestras emociones – Envidia
Los celos y la envidia son emociones
que sentimos de vez en cuando, pero si permitimos que se vuelvan dominantes en
nuestra vida, envuelven nuestra perspectiva, nos alejan de alcanzar nuestro
potencial personal y nos conducen a un comportamiento destructivo. Basta decir,
que vivir dominada por estas emociones
impide nuestro crecimiento hacia la madurez espiritual.
Aunque solemos intercambiar las
palabras “celos” y “envidia” hay una ligera diferencia entre ellos. “Celos”
puede utilizarse de forma positiva. Viene del término griego “zelos” e implica el cuidado excesivo por
algo, como en el caso de David y el templo:
Juan
2:17
“Entonces se acordaron sus
discípulos que está escrito: El celo de
tu casa me consume.”
También se aplica a Dios, e implica
que El demanda nuestra alabanza y adoración de forma exclusiva (en
contraposición de los ídolos):
Éxodo
34:14
“Porque no te has de inclinar
a ningún otro dios, pues Jehová, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es.”
En el mal sentido, los celos reflejan
el miedo de ser desplazado por un rival en afecto o favor. Estar celoso es
estar ansiosamente sospechoso o vigilante. Corrompe nuestra motivación para
hacer las cosas y nuestros pensamientos. Generalmente, el objeto de los celos
suele no saber lo que la otra persona siente, por lo que se siente rechazada,
pero no sabe por qué ni sabe cómo resolver el conflicto.
Hechos
13:45
“Pero viendo los judíos la
muchedumbre, se llenaron de celos, y rebatían lo que Pablo decía, contradiciendo y blasfemando.”
Proverbios 6:34
“Porque
los celos son el furor del hombre, Y no perdonará en el día de la venganza.”
La envidia, por otra parte, siempre
tiene connotaciones negativas y se refiere como “el sentimiento de descontento
y resentimiento provocado por las posesiones o cualidades de otra persona,
acompañado por un gran deseo de poseerlas para uno mismo”.
Proverbios
14:30
“El
corazón apacible es vida de la carne; Mas la envidia es carcoma de los huesos.”
La Biblia está llena de ejemplos de personas
que dieron rienda suelta a sus celos y envidia:
Caín mató a Abel por envidia (Génesis
4:3-8)
Sara hizo huir a Agar por envidia y,
más tarde, conseguiría echarla junto a Ismael del campamento de Abraham (Génesis
16:4-6)
Saúl intentó matar a David por envidia
(1 Samuel 18:8-11)
El hermano del hijo pródigo se enojó
con su padre por envidia (Lucas 15:25-30)
Los celos y la envidia son enumerados
como parte de las obras de la carne, como parte de nuestra vieja naturaleza
pecaminosa (Gálatas 5:20; 1 Corintios 3:3; Romanos 13:13; Tito 3:3). Cuando
somos salvas por medio de la fe en Cristo y el Espíritu Santo mora en nosotras,
todos esos sentimientos deben desaparecer para que cada día podamos ser
moldeadas y que nuestro carácter sea cada vez más parecido al carácter de
Cristo.
En caso de que no seas consciente de
que estás albergando celos y envidia contra otra persona, hazte estas preguntas
(y sé sincera en tus respuestas). Pídele a Dios que te ayude a discernir si estás
siendo dominada por la envidia:
¿Examinas
a los demás con un ojo siempre crítico?
¿Tienes
sentimientos de inferioridad?
¿Te
quejas frecuentemente porque estás siendo tratada de forma injusta?
¿Tienes
un deseo insaciable de éxito en cada pequeño aspecto de tu vida?
¿Necesitas
reconocimiento constante por tus logros?
¿Se
te hace difícil elogiar a otras personas?
¿Llevas
un registro de rus logros y de los logros de otras personas?
¿Estás
dispuesta a hacer correr rumores negativos sobre una persona exitosa o a la que
le van bien las cosas?
¿Te
pones una máscara para parecer más impresionante ante los demás?
¿Basas
tu autoestima en tu desempeño?
Si has respondido “sí” a alguna de
estas preguntas, quizás estés batallando con la envidia, aunque no hayas sabido
reconocerlo antes.
La envidia tiene varias causas:
Estar demasiado preocupada por hacer
cumplir tus derechos
A veces damos prioridad a nuestros
derechos por encima de nuestras responsabilidades. Exigimos y exigimos que se
nos haga “justicia” aun a costa de la justicia de los demás y olvidamos que
nuestros derechos terminan donde comienzan los de la persona que tenemos al
lado.
Culpamos a otros (nuestros padres, el
gobierno, la falta de recursos, experiencias traumáticas…) de nuestros
problemas en lugar de tomar responsabilidad o acciones que nos lleven a salir
de ellos y vivimos constantemente agraviadas.
Este es exactamente el comportamiento
contrario a Jesús. Filipenses 2:1-11 nos da un ejemplo perfecto de “cesión de
derechos”. Jesús era el Hijo de Dios, pero, aun así, no se aferró a exigir sus
derechos ni lo que era justo para Él, sino que “se despojó a sí mismo, tomó forma de hombre y se humilló a sí mismo
haciéndose obediente hasta la muerte”.
Tomar el éxito de otros en forma de
agravio personal
Supón que alguien que conoces es muy
bueno haciendo algo para lo que tú no tienes mucho talento. En esa situación,
puedes reconocer el valor de esa persona y alegrarte por ella o vivir resentida
porque tú no eres capaz de hacer lo que la otra persona hace de maravilla o
porque te cuesta horrores hacer lo que para la otra persona no supone ningún
esfuerzo.
Hechos
14:12
“Y a Bernabé llamaban
Júpiter, y a Pablo, Mercurio,
porque éste era el que llevaba la palabra.”
¿Qué crees que hubiera pasado si Bernabé
hubiera sentido celos del protagonismo de Pablo? ¿Crees que tantas personas
hubieran conocido al Dios vivo si Bernabé se hubiera sentido agraviado por el
éxito personal de Pablo o por ser visto como su acompañante?
Deseos no realistas
La envidia comienza con el deseo. Todas
queremos cosas que quizás no podemos tener: dinero en abundancia, un matrimonio
exitoso hijos con buen comportamiento, mejor apariencia, una casa más grande,
un trabajo mejor… no hay nada de malo con desear cosas siempre que nos mantengamos
en la realidad y que tengamos claro que, no obtenerlos, no resta valor a
nuestra vida. Sin embargo, cuando estas cosas se convierten en “esenciales”
vemos con envidia a todo aquel que tiene aquello que nosotras deseamos.
Búsqueda de reconocimiento
No hay nada malo con querer que
reconozcan nuestros méritos o que nos feliciten por un trabajo bien hecho.
Pero, en ocasiones, ese deseo puede convertirse en competitividad mal
canalizada que tiene la envidia como raíz.
Incapacidad de alegrarse por los logros
de otros
Es difícil para la persona envidiosa
compartir el gozo y los logros de otros, especialmente cuando esos otros están
consiguiendo las cosas que el envidioso más anhela.
¿Cómo mantenemos la envidia y los celos bajo control?
¿Tienes sentimientos de envidia? Reconócelos. Sé honesta contigo misma, pídele al Espíritu Santo que te revele cualquier aspecto de tu carácter que esté siendo controlado por los celos. Confiesa esos sentimientos como lo que son: pecado y acepta el perdón de Dios.
Escoge librarte de la envidia
Gálatas 5:26 dice que la envidia nos impide vivir una vida
controlada por el Espíritu Santo y nos impide, por tanto, crecer
espiritualmente. Haz la decisión de vivir sin codiciar nada que otros tengan y
pide a Dios que te fortalezca en esta decisión.
Da gracias por lo que tienes
Echa un vistazo a tu alrededor y comienza a agradecer a
Dios por ti, por quién eres, por cómo eres, por tu familia, por tus amigos, tu
trabajo, tu casa, tu carro, tu computadora… ¡la lista de cosas que Dios te ha
dado y te da cada día es interminable! Fíjate en los pequeños detalles, en las
cosas materiales y en las intangibles, las que no puedes ver o tocar pero que,
definitivamente, puedes sentir: la sonrisa de tu hijo, la lluvia en un día
caluroso, una noche de descanso… Tan sólo fíjate en todas las bendiciones con
las que Dios te rodea y comienza a fijarte en lo que tienes, no en lo que te
falta y vive una vida basada en el contentamiento
1Timoteo
6:8
“Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto.”
Comienza a dar a otros
Hechos
20:35
“En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo:
Más bienaventurado es dar que recibir.”
La envidia está enraizada en el egoísmo y sólo se preocupa
de satisfacer los anhelos de la persona que tiene esos sentimientos. Al
compartir nuestras posesiones materiales, alabar los éxitos de otros y animar a
otras personas a conseguir sus metas, quitamos el foco de nosotras mismas y lo
colocamos en los demás. Y es ahí cuando comenzamos a experimentar el gozo de
dar: de dar nuestro tiempo, nuestro aliento, nuestras posesiones a otras
personas, cambiando nuestros patrones egoístas y renovando nuestra forma de
pensar y de ver el mundo a nuestro alrededor.
Mantén los logros terrenales bajo la perspectiva de lo
eterno.
1Timoteo
6:7
“porque nada hemos traído a
este mundo, y sin duda nada podremos
sacar.”
El día que te mueras no podrás llevarte nada material, todo
quedará atrás: la cuenta bancaria, la casa grande, las ropas lindas, los 65
pares de zapatos… nada podrá ir contigo a la eternidad. Vive de forma que tu
mayor impacto esté en las personas, no en las cosas. Céntrate en objetivos
eternos, en hacer lo que Dios demanda de ti, sin importar lo que demanda de los
demás.
Aplicación –
¿Tienes problemas de celos? ¿Hay
alguien a quien envidies? ¿Por qué? ¿Qué te hace tener esos sentimientos hacia
esa persona? Ora y pídele a Dios que te libre de los celos. Ora para que te
muestre tus puntos fuertes y aquellas cosas que haces bien. Comienza a verte a
ti misma con otros ojos.
Si has roto la relación con alguna
persona por causa de los celos, confiesa tus sentimientos a Dios y haz lo que
sea necesario para restaurar esa relación.
Oración –
Padre ayúdanos a mantenernos lejos de
los celos y a dar gracias y contentarnos con aquello que tenemos. Seguimos
clamando tus promesas de libertad con respecto a esto. Gracias por el perdón y
la fortaleza que tenemos en Cristo. Amén.
En la semana –
Memoriza: Proverbios 14:30
Lee la historia de José y sus hermanos
en Génesis 37 y analiza el papel y la motivación de cada uno de ellos. ¿Qué
provocó la ira de los hermanos de José? ¿Cuál fue el resultado de esa ira? ¿De
qué forma se restauró la relación entre José y sus hermanos (Génesis 45:1-8;
50:15-21)? ¿Qué principios sobre la envidia y los celos puedes ver en estos
pasajes? ¿Qué enseñanza puedes sacar par ti misma?
Los celos y la envidia pueden ser
altamente destructivos. Pero podemos tenernos bajo control si vivimos con una
actitud de gratitud y contentamiento, buscando dar gracias a Dios por lo grande
y por los detalles en nuestra vida. Fijémonos en Jesús y en Su ejemplo, en el
Hijo de Dios que, teniendo todos los derechos, escogió vivir sin tener dónde
recostar la cabeza (Lucas 9:58).
Contenta
en Su servicio,
Edurne
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