Controlando nuestras emociones - Orgullo
“No hay ninguna otra cosa en lo que el
corazón de una persona caiga tan fácilmente como el orgullo y, sin embargo, no
hay vicio que sea más frecuentemente, más enfáticamente y más elocuentemente condenado en la Escritura”.
– Charles Spurgeon
Algunos de los sentimientos de orgullo que experimentamos
no son para nada inapropiados ni dañinos. Cuando organizas algo que sale bien,
cuando tu hijo trae excelentes notas o consigues un ascenso merecido en el
trabajo experimentas placer y sientes satisfacción. No hay nada malo con sentir
satisfacción por los logros que conseguimos.
Eclesiastés
5:18-19
“He aquí,
pues, el bien que yo he visto:
que lo bueno es comer y beber, y gozar
uno del bien de todo su trabajo con que se fatiga debajo del sol, todos los días de su vida que Dios le ha
dado; porque esta es su parte.
Asimismo, a todo hombre a quien Dios da
riquezas y bienes, y le da también
facultad para que coma de ellas, y tome
su parte, y goce de su trabajo, esto es don de Dios.”
Es un regalo de Dios poder trabajar duro y ver resultados
tangibles de nuestros esfuerzos. Dios quiere que disfrutemos no solo de
nuestros logros, sino de nuestro trabajo en sí mismo. ¿Cuál es la diferencia
entonces entre este sentido de satisfacción que contribuye a una sana
autoestima y el orgullo dañino que Dios detesta?
El orgullo, por definición, es tener una opinión demasiado
alta de uno mismo. Esto resulta en que la reputación, las necesidades, los
deseos, la dignidad y la imagen pública de una persona se convierten en su
mayor interés y preocupación, sin importar el efecto que pueda tener en otros.
El placer y la satisfacción pueden resultar en orgullo
cuando pensamos que somos importantes o superiores por quiénes somos, por lo
que tenemos o por lo que hemos hecho. Reflexionemos en la historia del Rey
Uzías (2 Crónicas 26).
El rey Uzías llegó al trono de Judá con 16 años en lugar de
su padre Amasías.
2
Crónicas 26:4-5
“E hizo lo recto ante los ojos de
Jehová, conforme a todas las cosas que
había hecho Amasías su padre. Y persistió en buscar a Dios en los días de
Zacarías, entendido en visiones de
Dios; y en estos días que buscó a
Jehová, él le prosperó.”
Comenzó bien: hizo lo recto, persistió en buscar a Dios y
Dios, por Su parte, le prosperó. Estaba haciendo las cosas a la manera de Dios
y seguía buscándole en cada paso y acción que tomaba. El capítulo 26 de 2
Crónicas sigue contando cómo Uzías, con la ayuda de Dios, consiguió victorias
importantes contra sus enemigos ancestrales, fortaleció las defensas de
Jerusalén, construyó cisternas en el desierto para favorecer la agricultura y
la ganadería y tuvo un gran ejército bien equipado para defender a su pueblo (2
Crónicas 26:6-15).
Dios le dio poder para ganar batallas. Dios le dio riqueza
de ganado y cosecha abundante. Dios utilizó a Uzías como evidencia ante Su
pueblo y ante todas las naciones a su alrededor de que, cuando una persona
alaba al Dios viviente y obedece Su Palabra, va a ser bendecido de maneras insospechadas.
Pero algo fue cambiando en el corazón de Uzías. Comenzó a ver todos esos logros
como suyos, no de Dios. La primera parte del versículo 16 dice:
“Mas cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina; porque se rebeló contra Jehová su Dios”
El orgullo se apoderó del rey Uzías, su corazón estaba
hinchado de éxito. Comenzó a creer que todo lo que había conseguido era
resultado de su propia capacidad y poder y olvidó que Dios fue quien le ayudó y
le bendijo, quien lo prosperó para llegar hasta la posición en la que estaba en
ese momento.
2
Crónicas 26:16-18
“Mas cuando ya era fuerte, su corazón se
enalteció para su ruina; porque se
rebeló contra Jehová su Dios, entrando en el templo de Jehová para quemar
incienso en el altar del incienso. Y entró tras él el sacerdote Azarías, y con él ochenta sacerdotes de Jehová,
varones valientes. Y se pusieron contra el rey Uzías, y le dijeron: No te corresponde a ti, oh
Uzías, el quemar incienso a Jehová, sino a los sacerdotes hijos de Aarón, que
son consagrados para quemarlo. Sal del santuario, porque has prevaricado, y no te será para
gloria delante de Jehová Dios.”
Uzías decidió que ya no era suficiente con ser sólo rey,
que podía tomar el papel de cualquiera y hacerlo mejor. Decidió que iba a ser
también el líder espiritual del pueblo.
Al entrar en el templo para quemar incienso, desafió
directamente las instrucciones específicas de Dios en cuando al sacerdocio.
Sólo los levitas, los descendientes de la tribu de Aarón podían ser sacerdotes
y quemar incienso en el lugar Santísimo. Cuando el orgullo de Uzías lo llevó al
templo para quemar el incienso, el sumo sacerdote, junto a otros ochenta
sacerdotes le bloquearon el paso. Y Uzías, en lugar de arrepentirse y
recapacitar, se llenó de ira contra los sacerdotes. La ira es, a menudo, un
síntoma de orgullo que mostramos cuando nuestro control es amenazado y no
podemos hace las cosas a nuestra manera.
2
Crónicas 26:19-21
“Entonces Uzías, teniendo en la mano un incensario para
ofrecer incienso, se llenó de ira; y en su ira contra los sacerdotes, la lepra le brotó en la frente delante de los
sacerdotes en la casa de Jehová, junto
al altar del incienso. Y le miró el sumo
sacerdote Azarías, y todos los
sacerdotes, y he aquí la lepra estaba en
su frente; e le hicieron salir
apresuradamente de aquel lugar; y él
también se dio prisa a salir, porque
Jehová lo había herido. Así el rey Uzías fue leproso hasta el día de su
muerte, y habitó leproso en una casa
apartada, por lo cual fue excluido de la
casa de Jehová; y Jotam su hijo tuvo
cargo de la casa real, gobernando al
pueblo de la tierra.”
Dios ya había tenido suficiente de la actitud de Uzías y le
hizo brotar lepra en la frente. El gran rey Uzías, quien tuvo todos esos logros
y que hizo tantas y tantas cosas por su pueblo, murió leproso, solo en una casa
apartada y excluido de la casa de Jehová. Pagó un alto precio por su orgullo.
Proverbios
16:18
“Antes
del quebrantamiento es la soberbia, Y antes de la caída la altivez de espíritu.”
El severo castigo de Uzías se debió a su posición de
liderazgo. El debía ser de ejemplo y de influencia piadosa para el pueblo. Pero
su orgullo hizo que cayera de su posición privilegiada hasta lo último de la
sociedad.
Proverbios
11:2
“Cuando
viene la soberbia, viene también la
deshonra; Mas con los humildes está la sabiduría”
Cuando tomamos todo el crédito por nuestros logros y
olvidamos que Dios es el Único que nos da la capacidad, la sabiduría, la
visión, el empuje y todo lo que nos hace falta para conseguir algo, nuestro
orgullo se desborda y la arrogancia toma el lugar del temor de Dios en nuestro
corazón. Debemos darle a Dios el crédito por crearnos de la forma que nos creó
y por las bendiciones que nos da cada día. El quiere que le demos gloria y que
mostremos gratitud por todo.
Proverbios
16:5
“Abominación
es a Jehová todo altivo de corazón; Ciertamente no quedará impune.”
No te sorprendas de la intervención de Dios en tu contra si
el orgullo se apodera de tu corazón. Dios, al que ama, disciplina (Hebreos
12:6) y precisamente por ese amor que tiene por ti, intervendrá para bajarte
del pedestal que tú misma has erigido. El orgullo es el padre de muchos otros
pecados, conduce al abuso, a la desobediencia, la ingratitud, la falta de santidad,
falta de amor, brutalidad… la exaltación última del ser humano por encima de
Dios, Su Palabra y Sus leyes.
Proverbios 3:34 - “Ciertamente él escarnecerá a los
escarnecedores, Y a los humildes dará gracia.” Escarnio para el orgulloso,
gracia para el humilde.
Santiago 4:6 - “Pero
él da mayor gracia. Por esto dice: Dios
resiste a los soberbios, y da gracia a
los humildes.” Resistencia al soberbio. Gracia al humilde.
Salmo 138:6 - “Porque
Jehová es excelso, y atiende al humilde,
Mas al altivo mira de lejos.” Desprecio para el altivo. Atención para el
humilde.
¿Cómo controlar el orgullo?
No te compares con otros
No te compares ni te pongas en competencia con otra persona
evaluando su valía por estándares que tú misma hayas seleccionado.
2
Corintios 10:12
“Porque no nos atrevemos a contarnos ni a
compararnos con algunos que se alaban a sí mismos; pero ellos,
midiéndose a sí mismos por sí mismos,
y comparándose consigo mismos, no
son juiciosos.”
Desea la voluntad de Dios siempre
La persona orgullosa quiere estar siempre en control. La
sumisión a Dios y la obediencia no dejan mucho espacio para la arrogancia
personal.
Miqueas
6:8
“Oh hombre,
él te ha declarado lo que es bueno,
y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.”
Acepta el amor incondicional de Dios
Dios quiere que tengamos una imagen equilibrada de nosotras
mismas porque somos creadas a Su imagen y semejanza. Además, Su amor es tan
grande que envió a Su Hijo a morir por nosotras y cargar con nuestros pecados.
No tenemos que ganar Su amor por nuestro propio esfuerzo, por nuestros logros. El
nos ama tal y como somos.
Vive en humildad
La humildad se define como la modestia de una persona en
relación a la importancia de sí misma. Incluye una naturaleza amable y un
profundo respeto por la dignidad de todos los seres humanos.
1Pedro
5:6
“Humillaos,
pues, bajo la poderosa mano de
Dios, para que él os exalte cuando fuere
tiempo”
Uzías violó un principio inamovible del trato de Dios con
Israel: los oficios de profeta, sacerdote y rey no se combinarían en un solo
hombre hasta que el Mesías cumpliera estos tres oficios en Sí mismo. No
obedeció los mandamientos de Dios, no escuchó las advertencias del sumo
sacerdote. Uzías entró al templo como un rey soberbio y salió como un humilde
leproso.
Aplicación -
1. Confiesa tu orgullo como pecado y comienza a apreciar
la gracia de Dios en tu vida.
2. Pide a Dios que te dé un espíritu humilde que se convierta
en servicio hacia los demás.
3. Date cuenta de que Satanás te tienta continuamente
para que tu corazón se llene de orgullo y se hinche de sí mismo.
Oración -
Señor, confieso mi orgullo ante ti.
Dame un corazón humilde que busque servirte con alegría y sencillez de corazón.
Amén.
En la semana -
Memoriza: Miqueas 6:8
Estudia el ejemplo de servicio de
Jesús y busca forma de aplicarlo a tu propia vida (Nateo 11:29; 2 Corintios
10:1; Filipenses 2:5-8; Juan 13:4-17)
Jeremías
9:23-24
“Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su
sabiduría, ni en su valentía se alabe el
valiente, ni el rico se alabe en sus
riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y
conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová.”
El que se haya de alabar, que se alabe por conocer y
entender a Dios. El orgullo nos condena irremediablemente a la caída.
Conozcamos a Dios, entendamos Su voluntad para nuestra vida y llenemos nuestros
días de humildad genuina. Tomemos el ejemplo de Cristo.
Contenta
en Su servicio,
Edurne
Buenos dias! sera que puedo obtener mas informacion sobre esta seria de las emociones
ResponderEliminargracias
Hola Aida! Este tema es parte de una serie que hice llamada "Controlando nuestras emociones". Puedes encontrar todos los artículos en este enlace -
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