Reflexiones de una madre
Para leer –
Lucas 2:15-18
Pero
María guardaba todas estas cosas,
meditándolas en su corazón. Y volvieron los pastores glorificando y
alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho.
Para meditar –
Después
de que los ángeles en su coro celestial anunciaran a los pastores que el Mesías
había nacido, fueron corriendo hasta Belén para adorar al niño. La expectación
era enorme, había confusión, alegría, esperanza… Me imagino esa escena con unos
hablando encima de otros, apresurados, tratando de asomarse para ver a ese bebé
recién nacido cuya llegada acababa de revelarles el ángel (Lucas 2:8-12)
He
leído este capítulo de Lucas 2 muchas veces y siempre hay una parte que me
llama la atención:
Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. – Lucas 1:19
María
no participó de la excitación de esa noche, del bullicio, de la expectación. De
hecho, Lucas marca claramente que su actitud era diferente a la de todos los
demás con ese “pero”.
Y yo
siempre me pregunto ¿Por qué? ¿Por qué no participaba de la celebración
general?
No
tengo una explicación teológica para esto, tan solo algunas ideas...
Recordemos que María era una gran conocedora de la Escritura. Si repasamos su “Magnificat”, la oración de alabanza que eleva cuando llega a casa de su prima Elisabet, vemos claramente 15 referencias al Antiguo Testamento en los 10 versículos que ocupa (Lucas 1:46-55). El ángel Gabriel le había anunciado que iba a tener un hijo que sería llamado “el Hijo del Altísimo” y al que Dios le daría “el trono de David” (Lucas 1:26-33). Ella sabía que iba a llevar en su vientre al Mesías, al Salvador, al Cristo prometido por Dios en Su Palabra.
Recordemos que María era una gran conocedora de la Escritura. Si repasamos su “Magnificat”, la oración de alabanza que eleva cuando llega a casa de su prima Elisabet, vemos claramente 15 referencias al Antiguo Testamento en los 10 versículos que ocupa (Lucas 1:46-55). El ángel Gabriel le había anunciado que iba a tener un hijo que sería llamado “el Hijo del Altísimo” y al que Dios le daría “el trono de David” (Lucas 1:26-33). Ella sabía que iba a llevar en su vientre al Mesías, al Salvador, al Cristo prometido por Dios en Su Palabra.
No
puedo dejar de pensar que en esa noche de tanta actividad, el silencio de María
se debió a varios pasajes de la Escritura en los que pudo estar meditando en
ese momento...
...Salmo
22: 6-18
“Mas yo soy gusano, y no hombre; Oprobio de los hombres, y despreciado
del pueblo. Todos los que me ven me escarnecen; Estiran la boca, menean la
cabeza, diciendo: Se encomendó a Jehová; líbrele él; Sálvele, puesto que en él
se complacía. Pero tú eres el que me sacó del vientre; El que me hizo estar
confiado desde que estaba a los pechos de mi madre. Sobre ti fui echado desde
antes de nacer; Desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios. No te alejes de
mí, porque la angustia está cerca; Porque no hay quien ayude. Me han rodeado
muchos toros; Fuertes toros de Basán me han cercado. Abrieron sobre mí su boca
Como león rapaz y rugiente. He sido derramado como aguas, Y todos mis huesos se
descoyuntaron; Mi corazón fue como cera, Derritiéndose en medio de mis
entrañas. Como un tiesto se secó mi vigor, Y mi lengua se pegó a mi paladar, Y
me has puesto en el polvo de la muerte. Porque perros me han rodeado; Me ha
cercado cuadrilla de malignos; Horadaron mis manos y mis pies. Contar puedo
todos mis huesos; Entre tanto, ellos me miran y me observan. Repartieron entre
sí mis vestidos, Y sobre mi ropa echaron suertes.”
...Isaías
53:3-10
“Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores,
experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue
menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y
sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios
y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros
pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros
curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por
su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y
afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja
delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Por cárcel y por
juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de
la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. Y se
dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque
nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca. Con todo eso, Jehová quiso
quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación
por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová
será en su mano prosperada.”
Me la
imagino mirando a ese bebé recién nacido y pensando en todo lo que iba a tener
que soportar y sufrir para llevar a cabo la voluntad de Dios...
...la
obra redentora para la humanidad.
Quizás
venían a su mente palabras como sufrimiento, padecimiento, dolor, muerte,
angustia, aflicción... Quizás en ese momento María prefirió dejar la
celebración a un lado y centrarse en lo que ese niño, su niño, significaba...
Quizás ya desde ese momento se preparaba para lo que iba a venir... Quizás su
corazón se debatía entre el gozo de haber dado a luz y el dolor de saber cómo
Jesús iba a sufrir... No lo sé, no son más que cosas que vienen a mi mente.
Sea
como fuere, María tomó ese momento de gran confusión con reverencia, sobriedad,
pensando en lo que venía, sabiendo que ese bebé, prestado, sí, pero al fin y al
cabo un bebé que había estado en su vientre durante nueve meses y al que
acababa de dar a luz… iba a sufrir y morir en una cruz por la redención de la
humanidad, pensando en que Jesús no era solo su hijo… también era su Salvador.
Dentro
de esta confusión de las fiestas, las cenas, los regalos… tomemos un tiempo, al
igual que María, y reflexionemos en el Salvador, en lo que significa que ese
niño viniera al mundo. Acerquémonos con reverencia a este momento y veamos más
allá… veamos la cruz en el pesebre. Veamos al Mesías, al Redentor envuelto en
pañales... y meditemos en nuestro corazón.
(Artículo publicado originalmente en El Viaje de una
Mujer en Diciembre 2013 con el título Pero María… )
Para hacer –
Toma un tiempo para meditar, al igual que María, en
los acontecimientos de la Navidad. Reflexiona en si realmente estás dando la
importancia suficiente no sólo al nacimiento de Cristo, sino a tu tiempo con tu
familia y con las personas que te rodean. ¿Estás dejando que la actividad
frenética de estas fechas te lleve de un lado a otro sin darte tiempo para
respirar? No lo permitas. Diferencia entre lo urgente y lo importante y
disfruta de tu Navidad Simple.
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