Tempus fugit







Cuando estudiábamos el Siglo de Oro de la literatura española en la escuela (¡¡anda que no ha llovido!!) había varios tópicos literarios que se usaban para hacer los comentarios literarios de la poesía. Uno de ellos era Tempus fugit, literalmente, “el tiempo huye”, que corresponde a nuestro popular “el tiempo vuela”.


Esta mañana, cuando regresaba de dejar a mis hijos en el kínder, vi a una muchacha con dos niños pequeños, un bebé y un niño como de dos años. Al verla, automáticamente pensé en mis propios hijos, que nacieron así también, seguiditos, y me vino a la cabeza es expresión.


Tempus fugit. 


Y, mientras llegaba a casa, mi cabeza voló de nuevo a esas clases de literatura, asociando una idea tras otra, recordando que ese tópico literario de tempus fugit se asociaba siempre con otros dos: vita brevis, “la vida es breve”, y carpe diem, “aprovecha el momento”. Confieso que me distraje después al recordar carpe diem porque me fui mentalmente a la película El Club de los poetas muertos… pero esa es otra historia.


En este par de horas que hace que regresé del kínder no he podido quitarme esa punzada en el estómago de pensar que mis hijos están creciendo y están creciendo muy, muy rápido. Y me aterra pensar que no esté aprovechando el momento con ellos, que esté demasiado ocupada en todo lo demás como para detenerme a, simplemente, disfrutar de ellos, de su risa, de sus juegos, de su amor incondicional. Que no esté recordando que la vida es breve, que el tiempo vuela y que debo aprovechar el momento.



Salmo 127:3-5


He aquí,  herencia de Jehová son los hijos;  Cosa de estima el fruto del vientre. Como saetas en mano del valiente, Así son los hijos habidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos; No será avergonzado Cuando hablare con los enemigos en la puerta.


He leído este pasaje mil y una veces, pero hoy quise indagar un poco más en él y encontré este comentario:


El cuidado y el amor por los niños honran a Dios. El pacto de Dios con Adán y Eva contenía dos provisiones independientes: descendientes y dominio. Dos personas solas no podían dominar la tierra. Esto requería descendientes.

Para los creyentes el tener niños es una respuesta a un mandamiento: «Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla...» (Gen 1:28). En este salmo los niños son llamados «herencia de Jehová». Ello significa que los niños pertenecen a Dios; son «nuestros» sólo en un plano secundario. Dios da progenie a las parejas como una persona confía una fortuna a sus herederos. Jesús desea que no despreciemos a ninguno de esos «pequeños» y habla de su fe en Dios como un ejemplo para los adultos (Mat 18:1-5, Mat 18:10).

Cuando una pareja contrae matrimonio y tiene descendencia, se compromete a amar, servir y sacrificarse por la próxima generación. El cuidar y amar a los niños es una de las principales formas de honrar a Dios y compartir la tarea de edificar su reino. (Os 11:1, Os 11:3-4/ Efe 6:4).



Cuando una pareja tiene descendencia, se compromete a amar, servir y sacrificarse por la próxima generación. Y este compromiso se hace con Dios.


Amar. Servir. Sacrificarse.


¿Los amo?  Sí, con locura… ¿pero se lo demuestro por medio de mi servicio y mi sacrificio?


Mmmmmmmmmmmm.


Cuando te piden agua por vigesimoquinta vez…
Cuando vienen llorando porque se han caído y tan solo quieren que los abraces…
Cuando requieren de tu tiempo y tú estás en Facebook, viendo la tele o leyendo…
Cuando lavas, tiendes, recoges, planchas, doblas pilas y pilas de ropa y vuelves a empezar…
Cuando empiezan a hablar todos a la vez tratando de contarte su última hazaña…
Cuando se acuestan contigo por la noche porque tuvieron una pesadilla…


¿Reacciono ante estas y otras miles de ocasiones queriendo servirles con sacrificio? ¿Mostrándoles mi amor con mis palabras y mis acciones? ¿Soy consciente realmente de que el tiempo vuela?


No quiero echar la vista atrás y que llegue un día en el que me arrepienta de todo lo que no hice con ellos, de todos los momentos que rechacé pasar con ellos, de todas las ocasiones en las que les dije “ahora no”. 


Mis hijos son…


herencia de Jehová. Son de Dios. Él decidió entregárnoslos a mi esposo y a mí, sólo los tenemos en una especie de fideicomiso y debo honrar a Dios a través de ellos.

Cosa de estima. Lo que estimas, lo que amas lo cuidas, lo proteges, le das prioridad. 

Saetas en manos del valiente. Son oportunidades de llegar donde yo nunca soñé llegar, algo que solo podrán hacer con mi amor, mi servicio y mi sacrificio. 



Y yo soy…


Bienaventurada por tenerlos. 


Tempus Fugit.





Y debo ser plenamente consciente de eso.



Contenta en Su servicio,


Edurne 

 



Comentarios

  1. Excelente ! Querida nuestros hijos la bendición más grande xx besos princesa

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    1. Gracias guapa :) besotes para tus kiddos!!

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