Ester capítulo 3
El pueblo judío ha sido un pueblo perseguido desde
tiempo inmemorial. Desde el mundo antiguo hasta el holocausto nazi han sido
muchos los que han pretendido borrarlos de la faz de la tierra.
Pero todos aquellos que han pretendido exterminar a
los judíos se han encontrado con un “pequeño” problema…
…el pueblo judío es el pueblo de Dios.
Deuteronomio 7:6
“Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu
Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un “pueblo especial, más que
todos los pueblos que están sobre la tierra.”
Dios
escogió a Israel para que, de entre ellos, naciera el Mesías, Jesucristo, el
Salvador del mundo. La Palabra de Dios dice que el Salvador sería descendiente
de Abraham, Isaac y Jacob (Génesis 12); que vendría del linaje de David (1
Samuel 7). Y Dios tiene un futuro eterno para ellos, junto a nosotros, los
gentiles, los que, aun no siendo judíos, hemos puesto nuestra fe en la muerte y
resurrección de Jesucristo (Efesios 2:14).
Israel
debía ser una nación de sacerdotes y profetas que hablaran a todo el mundo
sobre Él. Debían ser una nación santa, un pueblo escogido que fuera luz entre
las naciones y las acercaran a Dios, al Mesías, al Redentor. ¿Te suena de algo?
Nosotros, la iglesia de Cristo, somos co-partícipes en esa responsabilidad hoy
en día –
1
Pedro 2:9
“Mas vosotros sois linaje escogido, real
sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las
virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”
Lo que
una vez perteneció solamente a Israel, la elección, el sacerdocio, el llamado
especial de parte de Dios, ya no es solamente propiedad del pueblo judío, sino
que todo eso es compartido por los creyentes hoy.
Somos linaje escogido y real sacerdocio.
Somos pueblo santo.
Somos escogidos de Dios, adquiridos por
Dios.
Para
que anunciemos lo que Dios ha
hecho en nuestra vida.
Para que seamos luz ante un mundo que va rumbo a la perdición.
Eso quiere decir que, aquellos que hoy en día van en contra de Dios y de Su pueblo, no solamente persiguen a los judíos, sino también a nosotros los creyentes.
Para que seamos luz ante un mundo que va rumbo a la perdición.
Eso quiere decir que, aquellos que hoy en día van en contra de Dios y de Su pueblo, no solamente persiguen a los judíos, sino también a nosotros los creyentes.
Desgraciadamente,
lo vemos todos los días en las noticias, quizás lejanas, pero, sin duda,
actuales, que recibimos de Oriente Medio y de otros lugares del mundo en el que ser cristiano te cuesta la vida.
En el capítulo
3 del libro de Ester nos encontramos con uno de esos hombres que han querido
destruir al pueblo judío: Amán.
Ester
3:6
“…procuró Amán destruir a
todos los judíos que había en el reino de Asuero…”
¿Por
qué? ¿Por qué Amán quería destruir a todos los judíos?
Rebobinemos
un poco en el comienzo del capítulo 3 y veamos por qué Amán tenía esa inquina
en contra del pueblo de Dios.
Ester
3:1-5
“Después de estas
cosas el rey Asuero engrandeció a Amán hijo de Hamedata agagueo, y lo honró, y
puso su silla sobre todos los príncipes que estaban con él. Y todos los siervos
del rey que estaban a la puerta del rey se arrodillaban y se inclinaban ante
Amán, porque así lo había mandado el rey; pero Mardoqueo ni se arrodillaba ni
se humillaba.
Y los
siervos del rey que estaban a la puerta preguntaron a Mardoqueo: ¿Por qué
traspasas el mandamiento del rey? Aconteció que hablándole cada día de esta
manera, y no escuchándolos él, lo denunciaron a Amán, para ver si Mardoqueo se
mantendría firme en su dicho; porque ya él les había declarado que era judío.
Y vio
Amán que Mardoqueo ni se arrodillaba ni se humillaba delante de él; y se llenó
de ira.”
Cuando
Asuero puso a Amán en un papel de importancia dentro del reino, todos los
siervos debían arrodillarse e inclinarse ante él. Y todos lo hacían porque así
lo había ordenado el rey.
Todos
menos Mardoqueo.
Mardoqueo
le había dicho a Ester que no revelara su ascendencia judía (Ester 2:10) Sin
embargo, él había sido siempre claro sobre sí mismo. Mardoqueo sabía que no
podía inclinarse ante Amán de la misma manera que Sadrac, Mesac y Abed-nego,
los amigos de Daniel, rehusaron inclinarse ante la estatua de oro que construyó
Nabucodonosor, quienes terminaron en el horno de fuego a causa de esa negativa
(Daniel 3).
Parece
no haber en la Biblia un mandamiento concreto en contra de arrodillarse o
humillarse ante un líder político como símbolo de respeto (Génesis 18:2; 23:7;
43:26; Éxodo 18:7; 2 Samuel 16:4.) Pero Mardoqueo debió haber sabido algo sobre
este hombre Amán, que lo persuadió de que era indigno de tal honor – tal vez
simplemente su ascendencia.
“Ningún Benjamita que se respetaba a sí mismo se humillaba delante de ningún descendiente de los amalecita, enemigo de los judíos.” (Huey)
Si
bien nada prohibía a los judíos inclinarse como señal de respeto ante sus
autoridades (tal y como nosotras lo hacemos hoy en día), Mardoqueo estaba
mostrando con su actitud que él estaba de parte de Dios. No podía mostrar honor
al enemigo de Su pueblo y, consecuentemente, a un enemigo de Dios.
Hechos
5:29
“Es necesario obedecer a Dios antes que a los
hombres.”
Y
Amán, hombre orgulloso en extremo, se llenó de ira y quiso destruir no solo a Mardoqueo, sino a todo el pueblo
judío. Amán era descendiente de Agag, rey de los amalecitas, un pueblo que
había sido enemigo a muerte de los israelitas por generaciones (Éxodo
17:14-16). No era nada nuevo. El odio ancestral del pueblo al que pertenecía
Amán le hacía cegarse en contra de Mardoqueo, no solo por el hecho de que
rehusara inclinarse ante él, sino también por su condición de judío.
Dios
encomendó a Saúl destruir a los amalecitas (1 Samuel 15), pero este falló en su
comisión por pura codicia y, en consecuencia, perdió la corona. Como resultado
de la desobediencia de Saúl, algunos amalecitas sobrevivieron a su destrucción
y Amán, uno de sus descendientes, tomó el testigo de sus ancestros y quiso
destruir al pueblo judío.
Una
vez más, nos damos cuenta, de que el pecado trae consecuencias. De que Dios nos
perdona siempre, pero que el resultado de nuestro pecado, permanece.
Amán
fue, por tanto, a hablar con el rey Asuero y a meterle en la cabeza ideas sobre
los judíos, para los que, directamente, pidió su destrucción –
Ester
3:7-10
“En el mes primero, que es el mes de Nisán,
en el año duodécimo del rey Asuero, fue echada Pur, esto es, la suerte, delante
de Amán, suerte para cada día y cada mes del año; y salió el mes duodécimo, que
es el mes de Adar.
Y dijo Amán al rey Asuero: Hay un pueblo esparcido y distribuido entre los pueblos en todas las provincias de tu reino, y sus leyes son diferentes de las de todo pueblo, y no guardan las leyes del rey, y al rey nada le beneficia el dejarlos vivir.
Si place al rey, decrete que sean destruidos; y yo pesaré diez mil talentos de plata a los que manejan la hacienda, para que sean traídos a los tesoros del rey.”
Y dijo Amán al rey Asuero: Hay un pueblo esparcido y distribuido entre los pueblos en todas las provincias de tu reino, y sus leyes son diferentes de las de todo pueblo, y no guardan las leyes del rey, y al rey nada le beneficia el dejarlos vivir.
Si place al rey, decrete que sean destruidos; y yo pesaré diez mil talentos de plata a los que manejan la hacienda, para que sean traídos a los tesoros del rey.”
Asuero
le dio a Amán carta blanca para destruir a los judíos del reino de Persia y
firmó un decreto real que fue enviado a cada sátrapa, a cada gobernador de las
distintas regiones del reino, para que fuera cumplido en un día concreto.
Además
de eso, había una promesa de soborno: “si los destruyes, te pagaré diez mil
talentos de plata”, se atreve a decir Amán. Ese dinero, por supuesto, no
saldría de su propio bolsillo, sino de las propiedades que, presumiblemente,
arrebataría a los judíos cuando estos fueran destruidos.
Asuero,
probablemente, no tenía ni idea de a qué había accedido. Pensaba quizás que el
decreto iba a terminar con unos cuantos revolucionarios peligrosos para su
reino. De cualquier forma, la suerte estaba echada. La destrucción del pueblo
de Dios estaba planeada y tenía fecha exacta de ejecución.
¿O no?
Si
algo hemos dicho una y otra vez en este libro de Ester es que Dios siempre está
obrando aunque nosotras no lo veamos o no seamos conscientes de ello.
Ester
3:7
“En el mes primero, que es el
mes de Nisán, en el año duodécimo del rey Asuero, fue echada Pur, esto es, la
suerte, delante de Amán, suerte para cada día y cada mes del año; y salió el
mes duodécimo, que es el mes de Adar.”
“Pur” era
la palabra Persa para la suerte, algo así como un dado, usado para dejar una
decisión al azar – o al Dios que guía el “azar” humano.
Y
salió el mes duodécimo. Ya que esto se hizo en el mes primero, el
echar la suerte determinó que los judíos no serían atacados y masacrados por, a
lo menos, 11 meses. Esto prueba la verdad de Proverbios 16:33 –
“La suerte se echa en el
regazo; mas de JEHOVÁ es la decisión de ella.”
La larga espera entre el primer mes y el mes de la masacre del pueblo judío fue ordenada por Dios. Esos meses daban tiempo para que algo se pudiera hacer.
Tenemos
en este capítulo también la descripción de dos personajes contrapuestos que van
a enfrentarse durante todo el libro de Ester: Amán y Mardoqueo.
Si te
fijas bien, Amán tiene todas las características que el Señor aborrece en una
persona –
Proverbios
6:16-19
“Seis cosas aborrece Jehová,
Y aun siete abomina su alma:
Los ojos altivos, la lengua
mentirosa,
Las manos derramadoras de
sangre inocente,
El corazón que maquina pensamientos
inicuos,
Los pies presurosos para
correr al mal,
El testigo falso que habla
mentiras,
Y el que siembra discordia
entre hermanos.”
Todas
y cada una de ellas irán apareciendo a lo largo del libro. Era además Amán un
hombre orgulloso e irascible, un hombre pagado de sí mismo que miraba por su
solo interés y al que no le importaban nada ni nadie con tal de conseguir sus
propósitos.
“El orgullo ciega a las personas para ver lo que son realmente y les hace insistir en tener aquello que no merecen” – Warren Wiersbe
La
pregunta que nos hacemos generalmente al encontrarnos con este tipo de personas
es… ¿Por qué Dios permite que un hombre así llegue al poder? ¿Por qué permitió
que Hitler liderara Alemania? ¿Por qué permite dictadores y gobiernos que
oprimen a su pueblo?
Y esa
pregunta es muy humana…
…y
tremendamente incorrecta.
La
pregunta que debemos hacernos no es por qué Dios lo permite, sino cómo vamos a
reaccionar nosotras cuando esas cosas suceden. De qué manera vamos a mostrar
nuestro amor por Dios, de qué manera vamos a acercar a otros a Cristo aun en
las situaciones más terribles.
Eso es
lo que debemos preguntarnos cuando nos vemos en situaciones que no comprendemos
y que no podemos explicarnos.
Mardoqueo,
por el contrario, aparece en estos tres primeros capítulos de Ester descrito
como un hombre justo, bueno, preocupado por su familia y que amaba al Señor. Un
hombre más temeroso de Dios que de los hombres, un hombre valiente que sabía lo
que era correcto y lo hacía. Un hombre que no buscaba su propia gloria aunque
lo mereciera (Ester 2)
Nos es
fácil identificarnos con Mardoqueo, ¿cierto? Con una persona íntegra, buena y
agradable a los ojos de Dios.
Pero,
si algo me ha tocado directamente el corazón mientras leía y preparaba este
estudio, ha sido cuánto me parezco a Amán.
¿Cuántas
veces he mirado con desprecio a otra persona diferente a mí? Por su color de
piel, su condición económica, su preparación académica… por cualquier razón.
¿Cuántas
veces he sido rápida en pedir honra y gloria para mí misma? ¿En poner a la
vista de todos mis méritos para ser reconocida públicamente?
¿Cuántas
veces mi corazón se ha llenado de ira ante lo que he considerado una ofensa de
otra persona que, por una razón y otra, ha herido mi orgullo?
¿Cuántas
veces he sido indiferente a la muerte de muchos? ¿Cuántas veces he cerrado los
ojos a la muerte física de tantos que fallecen de hambre en el mundo, del drama
de la guerra, de los refugiados, de los inmigrantes que arriesgan sus vidas por
un futuro mejor?
¿Y
cuántas veces he sido también indiferente a la muerte espiritual de muchos que
me rodean, ante quienes, me he quedado callada a pesar del hecho de saber que,
sin Cristo, van al infierno?
Helen
Keller dijo en su libro Mi religión que
“la ciencia puede haber encontrado la
cura para la mayoría de los males, pero no ha encontrado remedio para el peor de ellos: la apatía del ser humano”.
Examina
hoy tu corazón. Espero, de verdad, que seas una mujer lo más parecida posible a
Mardoqueo. Pero si, como es mi caso, encuentras a veces rasgos de Amán en tu
vida, es el momento de pedir perdón y cambiar de actitud.
Cuéntame.
¿De qué manera ha hablado Dios a tu vida a través de este capítulo 3 de Ester?
¿Qué toca tu corazón de manera especial después del estudio detallado de este
pasaje? Deja un comentario y comparte si te animas.
Contenta en Su servicio,
Edurne
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarDios te bendiga mas Edurne!
ResponderEliminarMuy buen estudio, creo que Dios habla a nuestros corazones de tantas maneras, en este caso ha hablado por medio de este estudio, y gracias por dejarte ser un instrumento en sus manos.
Creo que al igual que Aman hemos sido muy orgullosos, arrogantes, altaneros, sin misericordia, sin sencibilidad por la necesidad ajena. Lo grande de todo es que actuamos como los fariseos, vemos la paja del otro y no vemos nuestra propia paja, gracias a Dios y su palabra que nos hace ver y nos corrige para vivir una vida en santidad, sin la cual nadie vera a nuestro salvador.
Gracias por compartir este estudio.... Hermoso realmente..que Dios nos ayude a tener misericordia del prójimo asi como Cristo la tuvo hacia nosotros.. bendiciones a todas
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